Schmitt - La tragedia de Salomé - Davin
>> miércoles, 9 de septiembre de 2009
Florent Schmitt (1870-1958) es, actualmente, un compositor desconocido. Su música, sin embargo, llegó a despertar la admiración de los más prestigiosos críticos de su época e incluso la aclamación de amigos colegas, entre los que se destacó Igor Stravinsky.
Los designios consagratorios a veces resultan inescrutables y por ello sería inútil buscar las razones de la ignorancia actual hacia la música de este genial creador que sólo algunos catálogos se dignan en incluir. Y si casi todas las obras de este francés son valiosas, al menos menos dos de ellas lo convierten en un «grande oculto» del siglo pasado: el Psalm XLVII y La tragédie de Salomé.
Schmitt había obtenido en 1900 el Gran Prix de Roma con su cantata Semíramis. Sin embargo fue su Psalm XLVII (1904) el que le dio reputación. Ya en esta obra pueden advertirse elementos que serán esenciales en su gran obra, La tragedia de Salomé, que escribiría tres años después. Por un lado la aclamada «explosión de alegría ardiente cortada por una sensualidad oriental», y, por el otro, el tono dramático.
La influencia oriental, en especial de los países del Islam, serían cruciales para la vida y la obra de Schmitt. Tras ganar el premio de Roma, el compositor permaneció un tiempo en la capital italiana y desde allí realizó viajes a diversos países. Estambul (principal ciudad de Turquía) lo impresionó por su cultura y sus costumbres. Esa impresión la trasladaría a su música, que intentó siempre ilustrar la atmósfera exótica de esos países.
El mito de Salomé, en este aspecto, le calzó como anillo al dedo al compositor para la creación de su pieza cumbre. Este personaje, tan preciado por los artistas y escritores del simbolismo y de la Europa en aquel cambio de siglo, proporcionaba la unión de dos conceptos obsesivos en este movimiento: erotismo y muerte.
El gran pintor francés Gustave Moreau, emblema del simbolismo plástico, fue uno de los más fascinados por la figura de la bíblica princesa judía. El novelista Joris K. Huysmans escribió acerca de las Salomé del pintor y aseguró: «En la obra de Moreau por primera vez se refleja la talla de esta sobrehumana y extraordinaria figura. No se trata sólo de la bailarina que con movimientos de cadera arranca aclamaciones de frívolo deseo en un achacoso anciano, que somete la voluntad de un rey mediante los giros de su cuerpo y los temblores de sus muslos: en manos de Moreau se convierte en símbolo de la voluptuosidad, en diosa de la histeria inmortal». Pues bien: lo mismo podría afirmarse de la partitura de Schmitt.
Había asistido al estreno del Psalm XLVII y quería que Florent Schmitt se hiciera cargo de la partitura de la pieza. El artista no hizo más que remitirse al Oriente de la Biblia entonces para la escritura de su Salomé.
Esta edición del sello Marco Polo rescata la obra en su concepción original, tal como la escribió Schmitt, quien por las dimensiones de la sala se vio forzado a reducir la orquesta a un quinteto de cuerdas, arpa, pequeña percusión y algunos instrumentos de viento.
Curiosamente, la versión más difundida en las grabaciones del siglo XX ha sido la que el propio compositor dirigió en 1930 como una suite para orquesta convencional, y que sin embargo no perdía sus rasgos orientales y cautivantes. Pero este disco es notable: el director Patrick Davin consigue que sus 20 músicos transmitan el creativo trabajo colorista de Schmitt para esta orquesta de cámara cuyos sonidos rivalizan con la Salomé de Strauss.
Las siete escenas en que se divide la obra no exigen la representación teatral para la que fue concebida, sino que la recrean de un modo casi mágico. El ambiente lascivo y pecaminoso de la corte de Herodes parece destilar por cada nota, ya sea en los momentos frívolos (Danza del pavo), sensuales y perversos (Danza de las serpientes), fríos y crueles (Danza del acero), malvados (Danza de la plata) u horrorosos y delirantes (Danza del terror). El último movimiento, en el que la voz de la cantante Marie-Paule Fayt ofrece un alarido desgarrador, es capaz de estremecer al oyente más recio, y condensa todo el caudal exótico, dramático, inspirado y seductor de una partitura honrada por esta magnífica grabación. Quien la tenga quizá pueda compartir la opinión de Stravinsky, vertida en una carta a Florent Schmitt del 23 de febrero de 1912 que expresa su admiración por La tragedia de Salomé del siguiente modo: «¡Dios, qué belleza! Es una de las mayores obras maestras de la música moderna».
7 comentarios:
enhorabuena por el blog, excelente como lo era el del cuervo lópez. Una cosilla, la primera parte no la puedo descargar, no se si habrá algún error. Muchas grancias
Hola: acabo de probar el archivo y descarga perfectamente. Quizás sea un problema momentáneo de MediaFire o algún inconveniente en tu conexión de internet.
Hola, muchas gracias por esta versión de la obra, a disfrutar se a dicho.
Disculpe, yo tampoco puedo bajar la obra. Le ruego imperiosamente la solución del percance. Desde ya, muchísimas gracias.
He vuelto a revisar los enlaces y la descarga funciona perfectamente.
Thank you. I do not speak Spanish so I can only get an idea of your commentary, but you have a wonderful selection of interesting music hidden among the Mahler. Here are some thank yous to spread around.
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