Wagner - Festival de Bayreuth 2012 (6/6) - Parsifal

>> domingo, 29 de julio de 2012

Kundry y Parsifal, según Willi Pogány.


Difícil encaje el que nos encontramos para ensamblar la trama de esta ópera, bueno de este «Festival para la Consagración Escénica»,  en la línea de comentarios de la serie de este año. No porque no exista una pareja de protagonistas, sino porque el amor en Parsifal es puro efluvio espiritual. A pesar de haber un paralelismo con anteriores tramas, uno de ellos es un maldito que ha sido condenado a la purga eterna; el amor que los redime no proviene del otro sino de los poderes espirituales de una serie de símbolos (el grial, la lanza) que actúan como enlaces con el redentor. Por supuesto, aquí no se redime nadie sin morir. El drama se desarrolla envuelto en un halo de misticismo romántico que viene dado por la atmosfera de Montsalvat, donde el santo Grial está custodiado por Gurnemanz y los Caballeros de la Orden del Grial. Y se da el caso, en esta ópera, de que el envoltorio es más consistente que el contenido. Lo espiritual, la liturgia se muestra como indefectible, mientras los mundanales sucesos parecen irreales.

Comienza el drama de Parsifal (estrenada en la Festspielhaus de Bayreuth, el 26/7/1882) exponiendo la situación en Montsalvat, donde, al amanecer, los caballeros hacen sus oraciones y se nos sitúa en esa atmosfera contemplativa donde hechos místicos se suceden consecutivamente. Hay, además de Gurnemanz, un rey de los lugares del Grial, Amfortas, y su padre, Titurel, quien trajo a los caballeros y fundó el reino del Grial. Y también está Klingsor, el mago, un antiguo caballero que pretendía el mando de la orden y que incluso se castró a sí mismo para conservar la castidad. Y, como tiene que ser, hay una serie de conflictos entre tanto personaje mítico. Klingsor se hace con la lanza sagrada, aquella que fue clavada en el costado del redentor: Amfortas la perdió por haber seguido a una seductora mujer al reino de Klingsor y ha vuelto herido y sin la santa reliquia. Su herida no se cura, él considera que es debido a que no es merecedor de su cargo. Los demás le piden que muestre el Grial pero se niega: él no está a la altura.

Llevamos, con este, cinco dramas de Wagner hablando de la relación amorosa de los protagonistas y aquí no han aparecido ni uno ni otro. Bueno, pues en medio de todo el trasiego del párrafo anterior, una misteriosa mujer claramente perturbada trae a Amfortas un ungüento curativo mágico, desde países lejanos. Esta mujer es Kundry. Y un chaval, el típico y desenfadado héroe wagneriano, aparece, de pronto, después de haber matado a un cisne con su arco. Esto enfada mucho a Gurnemanz y le hace las preguntas de rigor: «cómo te llamas», «quién es tu padre», «cómo llegaste aquí», y esas cosas que preguntan los ancianos. El chico le responde a todas las preguntas que no sabe. Kundry, dice, entre risas, que sí, que ella conoció a su madre y que incluso la vio morir de pena, lo que que enfada al muchacho, que no acaba matando a la mujer por misericordia. Gurnemanz lo invita a acudir al ritual del Grial.

En la ceremonia, Amfortas, angustiado, grita que la única redención que existe para él es la de un «inconsciente puro e inocente» que recupere la lanza. Cuando escucha esto Parsifal, que es el nombre del chico pero todavía ni él mismo lo sabe, siente el dolor de Amfortas como si fuera propio. Al terminar el ritual, Gurnemanz le pregunta al héroe que si ha comprendido algo. Pero Parsifal, transido, no responde, por lo que el viejo caballero lo considera un tonto y le dice que bien, que mejor se marche de Montsalvat y que deje en paz a los cisnes, y que si quiere matar algo que le dispare a los gansos.

En su castillo de Klingsor, el mago, convoca a Kundry (bueno, la llama primero de muchas formas, «diablesa», «rosa del infierno», «Herodias», «Gundryggia», y ella no se enfada como suelen hacer las mujeres cuando las llamas por otro nombre). Se nos aparece ahora como una mujer de gran belleza y poder de seducción. Mientras se acerca Parsifal al castillo, Klingsor manda a sus caballeros encantados a que lo ataquen, pero, como es natural, Parsifal acaba cumplidamente con todos ellos. Entonces Klingsor le pide a Kundry que seduzca al joven, como hizo con Amfortas.

El caballero de las rosas (Parsifal), óleo de Georges Antoine Rochegrosse.

En los magníficos jardines del castillo, y con Parsifal rodeado de irresistibles doncellas-flores, Kundry llama al caballero por su nombre. Al escucharlo, él recuerda que es ese el nombre que usaba su madre para llamarlo. Y le pregunta a la bella muchacha cómo sabe su nombre. Le dice que conoció a sus padres y el amor que estos sintieron por él. Y que si lo besa sentirá ese amor de nuevo. Pero al besarla lo que siente Parsifal es un tremendo dolor, y la rechaza a la vez que grita el nombre de Amfortas. Esta vez sí, enfurecida, Kundry reclama que también podría tener compasión de ella, que ha sido maldita eternamente, que estaba presente en la crucifixión del redentor y se rió de su pesar. Ahora es incapaz de llorar, sólo puede reír, reír eternamente.





Waltraud Meyer, Kundry, Grausamer! Fühlst du im Herzen nur and'rer Schmerzen

Así, condena a Parsifal a no encontrar el camino al Grial y llama a Klingsor para que la vengue. Aparece este y le arroja la lanza a Parsifal, pero el arma se detiene en el aire frente al héroe, que la coge y hace con ella el símbolo de la cruz. Esto hace que el castillo del mago se derrumbe. Mientras sale, le dice a Kundry que ya volverán a encontrarse.

Pasan muchos años y es Viernes Santo en Montsalvat. Gurnemanz está ya muy viejo, Kundry vuelve a ser la atormentada mujer del principio, Amfortas sigue herido y Tinturel ha muerto. Coincidiendo con todo esto aparece un caballero con una armadura resplandeciente, es Parsifal que vuelve de vagar errante durante años en busca del territorio del Grial. Cuando Gurnemanz lo reconoce y ve que porta la sagrada lanza, organiza de inmediato una ceremonia con todo el personal, salvo, como es lógico,  el difunto Tinturel, ya que es a quien le van a hacer las honras fúnebres. 

En el salón del Grial, frente a todos los caballeros, Parsifal, ya nombrado nuevo rey del reino del Grial, toca con la lanza la herida incurable de Amfortas y esta se cura.  Tras este milagro Parsifal destapa el Grial y una luz sobrenatural invade la sala. Kundry redimida, no le queda otra, cae a los pies de Parsifal.  Mientras, todos admiran la suprema reliquia.




Siegfried Jerusalem, Parsifal, Nur eine waffe taugt

Vinay y Mödl
Ramón Vinay.
Nuestro Parsifal favorito es Ramón Vinay (Chillán, 1911 - Puebla, 1996), tenor y barítono de prestigio internacional. De padre francés y madre chilena, fue educado en Francia, y más tarde la familia se trasladó a México donde estudió canto con José Pierson. Comenzó como barítono, haciendo su debut en 1931 como Don Alfonso en La Favorita. Entonces fue contratado para cantar como Amonasro, Radamés, Ezio, Rigoletto, Scarpia, Alfredo y Turiddu.

Después de haber continuado sus estudios de canto con René Maison, debutó como tenor en 1943 cantando Don José, luego vendrían Sansón, Cavaradossi y Des Grieux. Al año siguiente cantó Otelo por primera vez, y este sería el gran papel de su vida, y que grabaría más tarde con Toscanini, Furtwängler y Busch. En 1945 debutó en Nueva York, en el City Center Opera, como Don José, y al año siguiente debutó en el Metropolitan como Otello, y allí cantó con regularidad hasta 1961.

Cantó por primera vez en Italia en septiembre de 1947, apareciendo como Otello en Florencia, Génova, Turín y Bolonia. En esa misma temporada triunfó con el mismo papel en La Scala, y al año siguiente revalidó el éxito en la Arena de Verona, y en 1951 en el Festival de Salzburgo. Como artista invitado cantó en el Covent Garden, la Ópera Estatal de Viena, la Ópera de París y el Colón.

Además de Otello, Vinay fue un intérprete ampliamente reconocido de los roles de tenor dramático, concentrándose en Wagner, y apareció regularmente en Bayreuth entre 1952 y 1957. Allí cantó: Tristán con Karajan en 1952 y Jochum en 1953; Tannhäuser con Keilberth en 1954; Siegmund con Keilberth y Krauss en 1953, Keilberth en 1955 y Knappertsbusch en 1957; y Parsifal con Krauss en 1953 y Knappertsbusch en 1956 y 1957.

En 1962 regresó a los personajes de barítono, cantando Telramund (en 1962 en Bayreuth con Sawallisch) , Iago, Falstaff y Scarpia. Ramón Vinay realizó su última actuación como Iago en la Ópera de Santiago de Chile en 1971, pero todavía apareció en conciertos hasta 1974. Hasta 1972 el artista trabajó como director de escena y fue nombrado Director General de la Casa de la Ópera de Santiago de Chile por un corto tiempo.





Vinay y Mödl en Amfortas! -Die Wunde! del Parsifal de 1953 en Bayreuth dirigidos por Krauss.

Martha Mödl.
Y como Kundry hemos elegido a Martha Mödl (Núremberg, 1912 - Stuttgart, 2001), cantante alemana que se inició como soprano continuando luego hasta avanzada edad como mezzosoprano. Comenzó sus estudios de canto tardiamente, a los 28 años de edad en el conservatorio de su ciudad natal. Hizo su debut en 1942 en el papel de Hansel de Hänsel y Gretel de Humperdinck. Poco a poco desarrolló una carrera de soprano dramática, apoyada en su natural temperamento trágico, por lo que ha sido siempre recordada por su enorme talento dramático.

Ya encarnó la Venus de Tannhäuser en Düsseldorf en 1948 bajo la batuta de Hollreiser, y Wieland Wagner la incorporó a su equipo desde un principio al Nuevo Bayreuth: bien como Kundry en Parsifal, cantándola por primera vez en 1951 bajo la batuta de Knappertsbusch, en la reapertura del Festival, y que volvería a repetir con el mismo director en 1952, 1954, 1956 y 1959; bien como Gutrune y La Tercera Nornaccon Knappertsbusch en 1951; Isolda con Karajan en 1952; otra vez Kundry con Keilberth y Krauss en 1953; Sieglinde con Keilberth en 1951, 1952 y 1954; Brünnhilde con Keilberth en 1952, 1953, 1954 y 1955; y Waltraute con Böhm en 1967. También fue aplaudida en Londres, Viena, París, Nueva York, Stuttgart, etc.

Siempre ha sido también muy recordada por su grabaciones wagnerianas con Furtwängler, como Kundry nuevamente en Parsifal para el Teatro Alla Scala en 1951, también en la Brunilda de El Anillo del Nibelungo en los estudios de la RAI de Roma y en la La Walkyria para la EMI.

Otros roles en los que triunfó fueron: Leonora en Fidelio de Beethoven; Ulrica Azucena y Lady Macbeth de Verdi; Venus en Tannhäuser de Wagner; Marie en Wozzeck y la Condesa Geschwitz en Lulú, ambas de Berg; Dorabella en Così fan tutte y Cherubino en Las bodas de Fígaro, ambas de Mozart; Octavian en El caballero de la rosa, El Compositor en Ariadne auf Naxos, Clitemnestra en Elektra y la Nodriza en La mujer sin sombra, todas ellas de Strauss; Carmen de Bizet; Jocasta en Edipo Rey de Stravinsky, y un largo etcétera.

Nuestra ofrenda wagneriana de hoy
Muy probablemente esta versión de Christian Thielemann junto con la versión de Gergiev, que también dejamos el año pasado aquí, sean las dos mejores versiones modernas de esta monumental última ópera de Wagner. Plácido Domingo, en eterna plena forma, muestra un gran compromiso con su papel, Parsifal, y una interiorización que da gran profundiad al personaje, sacándole brillo con su característico buen gusto; Waltraud Meier en Kundry sorprende arriesgando hasta el límite para salir victoriosa, y el calor que le otorga al personaje le da una gran vida, monstrándose como un diamante que brilla en todas sus facetas; Franz-Josef Selig (Gurmemanz) se nos muestra afectuoso, claro, lírico, potente sin gigantismo, profundo, sólido, timbrado y variado, sin caer jamás en la monotonía, lo que es muy de agradecer; y el histriónico Falk Struckmann muestra toda su potencia en Amfortas; los Coros y la Orquesta de la Ópera Estatal de Viena (o, lo que es lo mismo, la Filarmónica de Viena) se muestran flexibles y bien entrenados, y si bien la sección de cuerda es siempre la más renombrada en la vienesa, aquí podemos destacar sobre todo a los vientos, que sientan cátedra en esta partitura. Como resumen final podríamos concluir que Thielemann desarrollando los consabidos planos sonoros que caracterizan a la partitura, más con la generalidad del paisajista que con la particularidad del jardinero, consigue que esta monumental ópera nos resulte colorida, emocionante, matizada y seductora, revalorizada además, como aquella de Gergiev, con la verdad del directo. Así que hay quien dice que con grabaciones como estas podríamos estar asistiendo a un nuevo renacimiento wagneriano. ¡Así sea!

¡Salud, paz, sonrisas, cordiales saludos... y a disfrutar!


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Wagner - Festival de Bayreuth (5/6) - Tannhäuser y el concurso de canto de Wartburg

>> sábado, 28 de julio de 2012

Tannhäuser, en una ilustración del Códex Manesse (c. 1303-1340).
Si a estas alturas el lector ha llegado a la conclusión que las tramas en la obra wagneriana, contadas así en modo ultra resumido, son más propias de un vodevil que de serios argumentos para «festivales escénicos», con Tannhäuser no tendrá más remedio que claudicar y dejarse llevar por la fantasía del iluminado músico alemán. De nuevo Wagner plantea, aquí de la forma más explícita, la confrontación entre dos niveles de moral, el «amor carnal» (la sensualidad y el erotismo)  y el «espiritual» (solidez moral y religiosa), situando esta confrontación en el personaje principal, el minnesinger Heinrich Tannhäuser, el cual ha de resolver el dilema que se le plantea: si permanecer en uno u otro mundo. La wagneriana solución, cómo no, está en la muerte, solucionadora infalible de conflictos y redentora de penas. En el más allá todo es posible.

En esta obra (estrenada Dresde, Hofoper, el 18/10/1845) no hay flechazo a primera vista, los enamorados ya se conocían anteriormente, pero el díscolo Tannhäuser aparece, ya desde que se levanta el telón, instalado en el monte de Venus (Venusberg) gozando de los favores de la diosa, rodeado de todo tipo de criaturas despertadoras de instintos sensoriales. Pero la felicidad del vate no es completa, y ante la insistencia de Venus él replica que echa de menos el amor espiritual. Para purgar su pecado decide partir como peregrino a Roma.

Antes de comenzar su peregrinación es convencido por el Langrave de Turingia de que debe presentarse al gran concurso de cantores a celebrar en Wartburg, el magnífico castillo célebre por sus justas poéticas. Allí encontramos a la casta Elisabeth, admirando el majestuoso salón de justas y ansiando la vuelta del caballero Tannhäuser.





Gré Brouwenstijn, Elizabeth, “Dich teure Halle”

Comienza el torneo y se arma la de siempre. El landgrave promete la mano de su sobrina Elisabeth para el vencedor, cosa que ella acepta, con la seguridad de que Tannhäuser va a vencer el concurso de canto. Pero la cosa se pone apretada para nuestro héroe, ya que uno tras otro los cantantes van superándose mientras cantan al amor místico y virtuoso. En un intento desesperado, Tannhäuser entona una alabanza al amor carnal y subraya que ha estado en el monte de Venus, algo inadmisible para el recto pensamiento de los trovadores. Así que estos se enfrentan al protagonista con la intención de matarlo. La rápida intervención de Elizabeth impide que lo hagan. Ella confía en que Tannhäuser pueda solicitar el perdón del Papa y volver al camino correcto. Tannhäuser parte de peregrinación.

Elisabeth, como todos los días, está en la encrucijada del camino, rezando a la Virgen y esperando la vuelta de los peregrinos de Roma. Wolfram, amigo de Tannhäuser y enamorado en secreto de Elisabeth, la contempla apenado. Se acerca un grupo de peregrinos cantando, pero entre ellos no está él. Elisabeth se retira una noche más, transida de dolor. Wolfram pide a la estrella vespertina que se apiade de ella. Un desconocido Tannhäuser se le acerca y Wolfram le pregunta si ha conseguido el perdón. El peregrino le dice que no, que el Papa no se lo ha concedido porque el bien no puede florecer en él, de la misma forma que no pueden crecer flores en el báculo que porta.



Hans Beirer, Tannhäuser, y Gré Brouwenstijn, Elisabeth; O Fürstin

Los que nos siguen asiduamente ya la conocen, pues formaba parte del glorioso Anillo dirigido por Knapperstbusch en Bayreuth en 1956 que ofrecimos aquí en el 2010, formando parte del elenco de El oro del Rín como Freia, de La valquiria como Sieglinde, y de El ocaso de los dioses como Gutrune.

René Kollo.
Y como Tannhäuser presentamos a René Kollo (Berlín, 1937) tenor heroico wagneriano nacido de una familia muy musical: su abuelo, Walter Kollo, y su padre, Willi Kollo, fueron compositores de opereta y canciones berlinesas, tradición que él mismo seguiría también.

Inicialmente interesado en dirección musical, fue la profesora Elsa Varena quien reparó en sus dotes vocales. Primero se encaminó por la canción popular, de jazz y luego la lírica, debutando en Braunschweig en 1965. En 1967 comenzó su carrera en la Deutsche Oper am Rhein en Düsseldorf. Posteriormente cantó en Munich, Frankfurt, Milan, Lisboa y Nueva York.

Su consagración llegó en el Festival de Bayreuth en 1969 como Timonel en El holandés errante, cantando el papel de Erik en la misma ópera al año siguiente, Lohengrin en 1971, Walter en 1973, Parsifal en 1975, Sigfrido en 1976, y Tristán y Tannhäuser en 1981.

Se retiró de la escena en el 2000 dedicándose a la dirección escénica. Anteriormente fue director del teatro berlinés de operetas Metropol.





Rene Kollo, Tannhäuser; Dir töne Lob! Die Wunder sei'n

De su extensa discografía de Wagner son muy recordadas sus grabaciones de El holandés errante, Los maestros cantores de Núrenberg, Parsifal y Tannhäuser con Solti, Lohengrin y Los maestros cantores de Núremberg con Karajan, Rienzi y El anillo del nibelungo con Sawallisch, Rienzi con Hollreiser, Tristán e Isolda con Kleiber y con Barenboim, y Tannhäuser con Mehta.

Por radio
Hoy sábado, 28 de julio de 2012, Radio Clásica de Radio Nacional de España, va a tener el buen gusto de ofrecernos la retransmisión en directo desde el Teatro del Festival de Bayreuth, a partir de las 15: 57 de Madrid (14:57 GMT) Tannhäuser.

Nuestra ofrenda wagneriana de hoy
Solti escogió para su versión la partitura de 1861, es decir la versión de Paris, y la sirvió con un espectacular sonido y un gran sentido teatral, contando con: el Tannhäuser fresco, intenso, poético y de una gran profundidad dramática de Kollo, posiblemente el mejor heldertenor del momento; la Venus completa y seductora de Ludwig; la Elisabeth discreta y excelentemente cantada de Dernesh; el lírico Wolfram de Braun; el fantástico Hermann de Sotin, al comienzo de su carrera; haciendo los papeles secundarios los magníficos Bailey, Eguiluz, Hollweg y Jungworth; los encantadores Niños Cantores de Viena; un maravilloso coro de la Ópera Estatal de Viena; y una deslumbrante Orquesta Filarmónica de Viena. Para la mayoría de los especialistas el mejor Tannhäuser de la época media de la fonografía.


¡Salud, paz, sonrisas, cordiales saludos y a disfrutar…!





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Wagner - Festival de Bayreuth 2012 (4/6) - Lohengrin

>> viernes, 27 de julio de 2012

Elsa y Lohengrin, en una pintura alemana sin atribución, realizada a mediados del siglo XIX.

En el cuento de hadas que es Lohengrin, cuento que cautivó al romántico rey Luis II de Baviera, confluyen varias antiguas leyendas germánicas y se sienta un precedente para casi toda la temática de la posterior producción de Richard Wagner. Así, la antagonista de Elsa, la bruja Ortrud, invoca a los dioses paganos Wotan y Freia, elementos claves en la trama de la saga de El Anillo del Nibelungo. Lohengrin, el héroe de la ópera que ahora nos acontece, es hijo de Parsifal, protagonista del «Sacro Festival Escénico» que completa la obra del compositor y estrenada en el propio Festspielhaus de Bayreuth treinta y dos años más tarde de la premier de Lohengrin (cuyo estreno se produjo el 28/8/1850, en Weimar, Großherzogliches Hoftheater).

Como siempre, en Wagner, asistimos aquí a un amor a primer golpe de vista, aunque en este caso presentido. Elsa de Brabante es víctima de las maquinaciones de Telramund y su esposa Ortrud para arrebatarle la herencia del ducado de Brabante, ya que ha desparecido el duque-niño Gottfried, hermano de Elsa. Acusada ante el rey Enrique, ha de verse sometida al «Juicio de Dios» por el que ha de elegir a un caballero que la defienda frente a Telramund, dependiendo de la victoria la inocencia o culpabilidad de Elsa. Ella invoca a un caballero que ha venido apareciendo en sus sueños y lo describe en su recitativo «Sola, en los días oscuros...».





Birgit Nilsson, Elsa, Einsam in trüben Tagen.

En el momento del combate aparece un caballero revestido con brillante armadura, surcando las aguas del río Escalda, en una barca guiada por un blanco cisne. No hace falta decir que no sólo el caballero vence a Telramund, y además le perdona la vida, sino que de manera súbita cae rendido de amor por la bella y casta Elsa, que le corresponde aceptando ser su esposa. El caballero consiente pero con una condición: Elsa no ha de preguntarle nunca por su nombre. Ella acepta y se preparan los esponsales.

Ya suena la marcha nupcial, pero los malos, encabezados por Ortrud, piden al rey que anule el «Juicio de Dios», ya que el caballero vencedor no se había identificado previamente. Tras las trifulcas de rigor en este tipo de dramas, y después de la victoria del caballero sobre los malvados, Elsa ya no puede más y hace la pregunta fatídica. El caballero la lleva a la presencia del rey para decir que él es Lohengrin, el hijo del rey  Parsifal, que ha venido a auxiliar a Elsa, pero que su puesto está en las lejanas tierras de Montsalvat cuidando el Santo Grial. Llama de nuevo a su amado cisne para continuar el viaje, apenándose por no poder permanecer más tiempo con su amada.




Wolfgang Windgassen, Lohengrin, Mein lieber Schwan!.

Cuando se dispone a partir, Ortrud devela que en realidad el cisne no es otro que Gottfried al que había hechizado. Lohengrin consigue que vuelva a su figura humana y el rey lo proclama duque de Brabante. Ante la multitud apenada, Lohengrin parte y Elsa, abatida de profundo dolor, muere.

Nilsson y Widgasen
Birgit Nilsson.
De entre todas las grandes sopranos que han interpretado el papel de Elsa de Brabante hemos traído hasta aquí a Birgit Nilsson (Västra Karup, 1918 - Bjärlöv, 2005), muy posiblemente la mejor soprano wagneriana de posguerra, considerada por la mayoría de la crítica la sucesora de Kirsten Flagstad.
Nació en una granja de Västra Karup (Suecia), y fue bautizada como Birgit Märta Nilsson. Cantó en el coro de la iglesia, y estudió canto con Ragnar Blennow en Båstad, y con Joseph Hislop y Arne Sunnegard en la Academia Real de Música de Estocolmo. Debutó en la Ópera Real de Estocolmo, en 1946, como la Ágata de El cazador furtivo de Weber. En 1947 triunfó como la Lady Macbeth en el Macbeth de Verdi.
Su primera actuación internacional de relieve la hizo en el Festival de Glyndebourne de 1951, cantando la Electra en el Idomeneo de Mozart bajo la batura del legendario Fritz Busch. Cantó por primera vez en América como Isolda, en 1956, en la Ópera de San Francisco, y más tarde, en 1959, triunfó en el mismo papel en el Metropolitan. Ese mismo año, comenzó a cantar en Bayreuth como nuestra Elsa, participando asiduamente hasta 1970. Y también triunfó en los más prestigiosos teatros de todo el mundo: Buenos Aires, Chicago, Hamburgo, París, Tokio, Viena.





Birgit Nilsson, Elsa y Astrid Varnay, Ortrud en Euch Lüften, die mein Klagen.

Además de sobresalir en Elsa también triunfó como Brunilda, Elizabeth, Isolda y Venus en Wagner; también fue muy aclamada como Leonora en el Fidelio de Beethoven; Aida y Amelia de Un ballo in maschera, ambas de Verdi; Minnie de La fanciulla del West, Tosca y Turandot de Puccini; Ariadne, Elektra, La Mariscala y Salomé, en Strauss; etc.

Wolfgang Windgassen.
Y como Lohengrin hemos escogido a Wolfgang Windgassen (Annemasse, 1914 - Stuttgart, 1974). Nació en el seno de una familia musical, su padre, Fritz Windgassen, era tenor, y su madre, Vali von der Osten, soprano. Inició sus estudios de canto en la Musikhochschule de Stuttgart. En 1939 debutó como el Pinkerton de Madama Butterfly de Puccini en Pforzheim.

Desde que en 1951 participara por primera vez en el Festival de Bayreuth comenzó a dejar su huella de manera indeleble, tanto en la opera wagneriana en general como en la historia del Festival en particular.

Poseía una imponente voz de tenor dramático o «heroico» (heldentenor). Y además de sobresaliente cantante era un destacado actor, teniendo una especial habilidad para construcción de sólidos arquetipos, a los que luego daba vida magistralmente, atesorando así las exigentes cualidades que Wagner pidiera a sus protagonistas. 

Encarnó de manera ejemplar a Lohengrin, Sigfrido, Tannhäuser, Tristán, etc. Su Lohengrin en Bayreuth, de 1953, con Joseph Keilberth en el podio, que ya dejamos aquí el año pasado, es apreciado como el más completo de la historia de la fonografía por muchos especialistas en Wagner. Y volverá a ser nuestro Lohengrin de hoy.



Wolfgang Windgassen en In fernem Land.

Considerado como el sustituto de Lauritz Melchior en «La sagrada colina verde», alternó con tenores de la categoría de Bernd Aldenhoff, Hans Hopf, Jon Vickers, Max Lorenz, Ramón Vinay, Rudolf Lustig, etc. También es muy recordado por su participación en la versión discográfica de El anillo del nibelungo de Georg Solti.

Por radio
Hoy viernes, 27 de julio de 2012, Radio Clásica de Radio Nacional de España, va a tener el buen gusto de ofrecernos la retransmisión, en directo desde el Teatro del Festival de Bayreuth, a partir de las 15.57 de Madrid (14:57 GMT), de Lohengrin.

Nuestra ofrenda wagneriana de hoy
Rudolf Kempe desplegó en esta versión toda su sabiduría en el arte de la dirección, sabiendo combinar de forma magistral las sutilezas del misticismo alado con las mezquinas maquinaciones de los seres («¡la condición humana es terrible!», que diría un amigo nuestro) que rodean al caballero del Grial. Thomas como Lohengrin combina el ardor y la angustia, y Grümmer en Elsa es la duda encarnada, mientras Ludwig como Ortrud y Fischer-Dieskau en Telramund bordan, con sutil ironía, sus intrigas, y Frick es un majestuoso rey. Los Coros de la Ópera del Estado de Viena y la Filarmónica de Viena arropan con sonido de seda toda la historia. Desde los primeros compases de la obra la historia nos atrapa por completo, Kempe sabe trascender para dejarnos hipnotizados de principio a fin.

¡Salud, paz, sonrisas, cordiales saludos y a disfrutar…!


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Wagner - Festival de Bayreuth 2012 (3/6) - Tristán e Isolda

>> jueves, 26 de julio de 2012

Isolda y Tristán.

De nuevo, el amor. Mejor dicho, una vez más, el amor es el motor que mueve la tragedia en la ópera wagneriana. Pero en Tristán e Isolda,  a diferencia de anteriores dramas como Tannhäuser o El Holandés Errante, es un objetivo, no un medio de redención como en aquellas. Aquí no hay pecado previo que purgar: el amor de los protagonistas es algo que se sublima en el más allá, en la eternidad.

Tristán traslada a la cautiva princesa irlandesa Isolda a tierras de Cornualles, para ser desposada con el rey Marke. En el barco Isolda pide hablar con quien la ha apresado tras matar a Morold su prometido. Tristán rechaza el encuentro: su deber para con el rey se lo impide, ya que tras la lucha con Morold, Tristán herido y es curado por Isolda. Cuando esta descubre la verdadera identidad del guerrero se dispone a apuñalarlo. Es en este momento cuando una mirada, una fija mirada a los ojos de ambos enciende una llama a la que Tristán ha de renunciar por lealtad. Isolda, cautiva de la repentina pasión, también abandona su obligación de venganza dejando escapar al héroe, el cual posteriormente la atrapa.

Tras la insistencia de la princesa, Tristán accede y ella le propone beber un filtro letal que acabe con sus desvelos. Cuando lo beben , la doncella Bragäne, repara que, por descuido, el bebedizo no era un veneno sino un elixir amoroso.

Ya en la corte, aprovechando una cacería real, Tristán e Isolda se entregan a su pasión sin límites. Pero son descubiertos y Tristán es acusado por Melot al rey. Este, que ya se había enamorado de Isolda, acusa a su sobrino Tristán de traidor. Este le revela su amor irrenunciable por Isolda y le pide a esta que le acompañe a su castillo en Bretaña, allí donde reina la realidad de la noche.





Lauritz Melchior , Tristán, O König.

Herido por los hombres del rey, Tristán es trasladado a Kareol, su castillo. Allí, moribundo aguarda la llegada de Isolda, cuya presencia confía en que lo sane de sus heridas. Justo cuando llega la esperada princesa, el héroe muere en sus brazos. Embargada por la tristeza, ella abandona la vida mientras entona la muy conocida y bella “muerte de amor” (Liebestod).




Kirsten Flagstad, Isolda, Mild und leise.

Melchior y Flagstad
Lauritz Melchior.
Traemos hasta aquí como Tristán a Lauritz Melchior, «El gran Danés» (Copenhague, 1890 – Santa Mónica, 1973), posiblemente el tenor wagneriano por excelencia.

Comenzó cantando en el coro de una iglesia anglicana como niño soprano, debutando oficialmente  como barítono en la Opera Real Danesa en 1913, bajo la batuta de Carl Nielsen, como Silvio en Pagliacci. Pero en 1918 se presentó, también en Copenhague, ya como tenor en Tannhäuser.

Después de intensos estudios, con Victor Beigel, Ernst Grenzebach y Anna Bahr-Mildenburg, fue invitado por Cosima y Siegfried Wagner a Bayreuth, donde Melchior fue contratado como nuevo tenor para Siegmund y Parsifal, apareciendo allí asiduamente entre 1924 y 1931, siendo considerado el más grande tenor wagneriano de su tiempo.

Asimismo se presentó, además, en diversos teatros de todo el mundo: Teatro Real de la Ópera, Metropolitan, Covent Garden, Colón, etc.

Formó parejas inolvidables con las sopranos más destacadas del momento: Frida Leider, Helen Traubel, Kirsten Flagstad, Lotte Lehmann y Marjorie Lawrence, entre otras.

Para celebrar sus 70 años cantó Siegmund en una versión de concierto del primer acto de La Walkiria en Copenhague, bajo la dirección del grandísimo Bruno Walter. Esta grabación en considerada por muchos especialistas como una referencia incontestable.

Melchior afirmaba que el verdadero tenor wagneriano necesitaba un entrenamiento especial bajo condiciones ideales, circunstancias que le permitieran dedicar todo su tiempo y energía a los estudios. Sus grabaciones de óperas de Wagner son atesoradas por sus admiradores, que no paran de crecer día a día, como joyas de valor inestimable.

Kirsten Flagstad.
Y le acompañará, como en tantas veladas gloriosas, como Isolda su compañera Kirsten Flagstad (Hamar, 1985 – Oslo, 1962). Nació en una familia musical, su padre era el director de orquesta y su madre pianista. Recibió una educación musical temprana en Oslo y debutó en el Teatro Nacional de Oslo como Nuri en la obra de Eugen d’Albert Tiefland en 1913.

Después de cantar opereta y roles líricos, como la Margarita del Fausto durante más de una década, Flagstad se convenció de que debía asumir papeles operáticos más dramáticos como Tosca y Aida. En 1932 interpretó el papel de Isolda y pareció haber encontrado su verdadera voz. Después de una prueba Winifred Wagner la contrató para el Festival de Bayreuth, para cantar papeles menores el primer año, y después para la Sieglinde en La Valquiria, y terminó por encarnar todas las heroínas wagnerianas. A partir de este momento su ascenso fue meteórico, llegando al Metropolitan, la Ópera de San Francisco, la Ópera de Chicago, el Covent Garden, etc.

Pero Flagstad no brillo sólo en Wagner, sino también en Beethoven, Brahms, Gluck, Grieg, Sibelius, etc., y participó en el estreno mundial de las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss, bajo la batuta de Wilhelm Furtwängler, en el Royal Albert Hall.

Estamos convencidos de que todas aquellas personas que nos acompañan asiduamente en nuestras peregrinaciones se acordarán de que Melchior y Flagstad, bajo la magnífica batuta del grandísimo Thomas Beecham,  eran las protagonistas del Tristán e Isolda dejamos aquí el año pasado. Así mismo Kirsten Flagstad es la protagonista como ‘Isolda’ de nuestra ofrenda wagneriana de hoy.

Por radio
Hoy jueves, 26 de julio de 2012, Radio Clásica de Radio Nacional de España, va a tener el bueno gusto de ofrecernos la retransmisión en directo desde el Teatro del Festival de Bayreuth, a partir de las 15.50 de Madrid (España) (15.50 GMT) Tristán e Isolda.

Nuestra ofrenda wagneriana de hoy
De nuevo Wilhelm Furtwängler, esta vez al frente de la Philharmonia Orchestra, los coros de la Royal Opera House, Covent Garden y la participación de Kirsten Flagstad, Ludwig Sutahus, Blanche Thebom, Josef Greindl y Dietrich Fischer-Dieskau, en un registro realizado en estudio en junio de 1952. Una extensa descripción del álbum la pueden encontrar aquí.

Salud, paz, sonrisas, cordiales saludos y ¡a disfrutar!



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Wagner - Festival de Bayreuth 2012 (2/6) - El Holandés Errante

>> miércoles, 25 de julio de 2012


Senta y el Holandés Errante, según Pelakuu (DeviantArt).
En  la producción de Wagner hay un motivo predominante: la redención por el amor. Más aún, la redención de un pecado tan tremendo que sólo se puede salvar por un sacrificio amoroso llevado hasta las últimas consecuencias. Casi siempre un amor sufriente hasta la muerte. El Holandés Errante, tal es el nombre con que la estrenó Wagner (el 2 de febrero de 1843, en el Real Teatro de la Corte de Sajonia, en Dresde), aunque el libreto lo escribiera con el título de El Buque Fantasma, no es una excepción.

El buque fantasma.
Senta, la bella hija de Daland capitán de un barco noruego, se encuentra comprometida con el cazador Erik. Al puerto llega tras el barco de Daland una nave que atraca junto a aquel. Se trata del buque fantasma al mando del Holandés Errante, el cual está condenado a vagar por los mares y océanos hasta el día del juicio final, por haber invocado al diablo para salvar una terrible tormenta. Sin embargo, cada siete años le está permitido bajar a tierra para buscar un amor tan puro que lo salve de la eternidad de la condena.





Hans Hotter, Holandés Die frist ist um

En uno de esos descensos a tierra firme del condenado es que conoce a la heroína. Al primer golpe de vista Senta cae cautivada por el Holandés, algo le impulsa a redimir a aquel hombre cuyo rostro refleja un triste secreto que, aunque guardado celosamente, la joven presiente que ella está llamada a solventar. Así lo canta en su famosa balada.




Astrid Varnay, Senta, Johohoe! Traft ihr das Schiff (Balada de Senta)

Al final tras los diversos avatares de una trama dramática, el Holandés marcha con su barco creyendo haber perdido el amor de Senta, que ha sido reclamado por el joven cazador Erik. Como despedida, el Holandés revela a la muchacha delante del pueblo su identidad, pero Senta dice que ya conocía el secreto y demuestra su amor arrojándose desde el acantilado. Este acto de amor supremo provoca el hundimiento del fantasmal buque de velas color sangre y terminando así con la maldición que sobre él pesaba.

Dos grandes intérpretes: Varnay y Hötter
Astrid Varnay.
Entre los grandes intérpretes wagnerianos, hemos elegido como Senta a Astrid Varnay (Estocolmo, 1918 – Múnich, 2006), la «Callas del Norte», hija de cantantes y apadrinada artísticamente por Kirsten Flagstad.  Debutó en escena en el Metropolitan de Nueva York en 1941.

Soprano de fuerte carácter, interpretó en múltiples ocasiones casi todos los roles femeninos del catálogo de Wagner, ya fuera de soprano (Elsa, Kundry, Isolda, Brunilda, etc..), como de mezzosoprano (Ortrud, Venus, etc…) registro al que pasó en 1969. También fue una consumada intérprete de Strauss, de entre cuyas actuaciones podemos destacar una Elektra en la que interpretó tanto a la protagonista como a Climenestra, papel este en que la cantante es considerada referencial.

Hans Hotter.
Para el Holandés elegimos a Hans Hotter, que acompaña a la Varnay en la grabación que proponemos, pero que además es un referente en el papel del desgraciado marino. Nacido en Offenbach am Main en 1909 y muerto en Múnich en 2003 a la edad de 94 años, este alemán, de portentosa voz e imponente figura, será recordado por sus interpretaciones de papeles wagnerianos como Wotan de El Anillo del Nibelungo, Hans Sach en Los Maestros Cantores  y también en El Holandés Errante. Así mismo, es referente en papeles de bajo-barítono, no protagonistas, como Rey Marke, Kurwenall, Gurnemanz o Amfortas.

Pero además de con la música de Wagner, brilló Hotter en roles como el Pizarro de Fidelio, el Gran Inquisidor en el Don Carlo y el Falstaff de Verdi y como Boris Godunov. Magnífico intérprete de las óperas de Richard Strauss, este compuso para Hotter el papel de Olivier en Capricho.  

Este portentoso cantante, que para muchos es, sin discusión, el mejor Wotan de la historia, sin embargo, se consideraba mejor interprete de Lieder. Hasta muy longeva edad se mantuvo cantando a la perfección. Son especialmente remarcables sus grabaciones de lieder de Wolf, Schubert, Schumann y Brahms.

Por radio
Hoy miércoles, 25 de julio de 2012, Radio Clásica de Radio Nacional de España, va a tener el buen gusto de ofrecernos la retransmisión en directo desde el Teatro del Festival de Bayreuth, a partir de las 16 de Madrid (España), (15:00 GMT) de El Holandés Errante.

Nuestra ofrenda wagneriana de hoy
Hoy dejaremos un registro histórico,  la primera transmisión radiofónica del Holandés desde el MET, una grabación en vivo del 30 de Diciembre de 1950. Recuperada de cintas magnetofónicas originales y recopilada en dos CDs  (NAXOS 8.110189-90), mereció la siguiente reseña en Wagnermanía:

«Debut de Hans Hotter en el MET, donde cantaría cuatro temporadas. Primer Erik de Set Svanholm. Primera Senta de Astrid Varnay, que sustituyó a la prevista Ljuba Welitsch. Este histórico Holandés había aparecido fugazmente en CD en algún sello pirata y con algún corte, atribuido a la “fuente original”. Para esta edición, posiblemente definitiva, Naxos ha contado con las tres fuentes existentes y ha encomendado la restauración (espléndida) al mago Ward Marston.

«Hotter es un Holandés majestuoso, angustiado, en plenitud vocal y dominador de todas las facetas del personaje. Varnay, en uno de sus mejores registros del MET, compone una memorable Senta, segura en todos los registros y dramáticamente in crescendo. Si la Balada es algo contenida, la soprano firmemente sujeta por la batuta de Reiner, en el dúo Erik-Senta y en sus últimas frases la emoción se desborda. Svanholm, en el ecuador de sus diez temporadas metropolitanas (debutó en 1946) y relativamente fresco, perfila un estimable Erik, con ocasionales erupciones de canto enfático y estilo antiguo que recuerda a Lorenz. Sven Nilsson, a quien [...] tuvimos como Marke neutro, es aquí un insulso Daland, el punto más bajo del reparto, aunque no llega a resultar molesto. Excelentes Glaz y Hayward en sus breves papeles.

«Magnífica dirección de Reiner, vivacísima, acentuando los ritmos y prestando especial atención a los temas folclóricos de los pasajes corales. Una visión romántica de la partitura que la acerca a Weber.

«Con la nueva restauración de Marston para Naxos, este Holandés asciende posiciones en la lista de versiones más recomendables. Yo le situaría entre la media docena de registros fundamentales».

¡Salud, paz, sonrisas, cordiales saludos y a disfrutar!

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Mozart: Sinfonía Nº 25 - I Mov. - Böhm

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