Wagner - El anillo del nibelungo (2/5): El oro del Rin

>> martes, 27 de julio de 2010



El oro del Rin


El oro del Rin, con libreto y música del propio Richard Wagner, es la primera de las cuatro óperas que componen el ciclo El anillo del nibelungo. Las ideas se habían desarrollado a lo largo de una dilatada etapa, desde 1842, y se estrenó en el Hoftheater de Múnich el 22 de septiembre de 1869, con August Kindermann en el papel de Wotan, Heinrich Vogl como Loge, y Wilhelm Fischer como Alberich.
Wagner compuso El oro del Rin como el prólogo y no como una jornada más, como las tres posteriores. Y esto es fundamental para entender todo el desarrollo de todo el ciclo. Dentro del desarrollo clásico de la acción dramática correspondería, lógicamente, al primer momento, el de planteamiento, aunque aquí ya se encuentran resumidas todas las partes, incluida de alguna manera la del desenlace final.
El oro del Rin es una parábola sobre la ambición. ¡La condición, no sólo humana sino también divina, es terrible!


Sinopsis (tomada de la Wikipedia)

Fanfarria de Bayreuth 2007 para El oro del Rin



Cuadro I:
El oro del Rin empieza con un preludio de 136 compases sin modulación basado en el acorde de mi bemol, que representa los movimientos constantes y eternos del Rin. Esta melodía es seguramente una de las más conocidas de la partitura. El poder de la música se eleva mientras el telón asciende.
Las tres hijas del Rin (Woglinde, Wellgunde y Flosilda) juegan en el agua. Alberich, un enano nibelungo, aparece de las profundidades de la tierra e intenta seducir a las doncellas.
Ellas se burlan del aspecto poco atractivo de Alberich y de su torpeza, lo cual causa la ira del enano. Después de intentar atrapar a alguna de ellas sin éxito, nota un cegador brillo dorado que emana del fondo del río. Pregunta a las doncellas qué es lo que lo causa, y ellas responden que es el oro del Rin, el cual deben cuidar por órdenes de su padre. Confiadas, le explican que solamente aquél que renuncie al amor podrá crear un anillo a partir del oro que permitiría al portador dominar el mundo.
Las ninfas creen que el lujurioso enano no es una amenaza, pero Alberich, ante su fracaso en las lides del amor, renuncia para siempre a él, se apodera del oro y escapa.


Woglinde, Wellgunde y Flosilda, las doncellas del Rin, y Alberich, un nibelungo, en la escenografía de Josef Hoffmann para El oro del Rin en el Festspielhaus de Bayreuth en su inauguración en la temporada de 1876.

Cuadro II:
Wotan, rey de los dioses, duerme en la cima de una montaña junto a Fricka, su esposa. Fricka se despierta y alcanza a ver un magnífico castillo a sus espaldas, por lo que despierta a Wotan, quien le hace saber que su nuevo hogar ha sido construido. Los gigantes completaron la obra y, a cambio, Wotan les ofreció a Freia, la diosa del amor. Fricka se encuentra consternada por su hermana, pero Wotan confía en que no tendrá que cumplir su palabra.
Freia aparece y se muestra horrorizada mientras la siguen los gigantes Fasolt y Fafner. Fasolt demanda que se le pague por el trabajo que realizó y declara que el poder de Wotan se deriva de los tratados que ha inscrito sobre su lanza, y entre éstos se encuentra el pacto que hizo con los gigantes.
Donner, dios del trueno, y Froh, dios de la primavera y la felicidad, aparecen para poder defender a su hermana pero Wotan los detiene, ya que no puede detener a los gigantes a través de la fuerza, puesto que esto le impediría cumplir su palabra.
Loge, semidios del fuego, aparece justo a tiempo, y Wotan confía en que su astucia le ayudará a encontrar una manera de no cumplir el acuerdo con los gigantes. Sin embargo, Loge reconoce que no hay nada en el mundo que quiera apartarse del amor y de la mujer. Salvo un único ser: el enano Alberich, que renunciando al amor ha robado el oro del Rin y con él ha forjado un poderoso anillo.
Wotan, Fricka y los gigantes inmediatamente comienzan a idear una manera de apoderarse del anillo; Loge sugiere una manera de robarle el artefacto al enano. Fafner demanda que el anillo sea la forma de pago por el castillo de Wotan, en lugar de Freia. Los gigantes se marchan pero se llevan a Freia como rehén.
Las manzanas doradas de Freia habían permitido que los dioses se mantuviesen jóvenes permanentemente, pero con su ausencia comienzan a envejecer y a deteriorarse. La única forma de revertir esto es conseguir el anillo para poder rescatar a Freia, razón por la cual Wotan y Loge descienden al mundo terrestre en busca del anillo.
En este espacio hay un intermedio orquestal que narra el descenso de Loge y Wotan hacia el Nibelheim. Uno de los detalles más importantes de este intermedio es cuando la orquesta empieza a disminuir el volumen de la música para que se puedan escuchar 18 yunques (recreados por la orquesta con distintos altos), lo cual representa la labor de los enanos que se encuentran esclavizados.

Cuadro III:
En el Nibelheim, Alberich ha esclavizado al resto de los enanos nibelungos. El enano ha obligado a que su hermano Mime le forje un casco mágico, el Tarnhelm. El Tarnhelm permite que Alberich se torne invisible y así pueda atormentar aún más a sus súbditos.
Wotan y Loge llegan a su destino final y se encuentran a Mime, quien les cuenta sobre el anillo y la miseria que viven los nibelungos bajo el dominio de Alberich. Mientras tanto, Alberich obliga a que sus esclavos almacenen vastas cantidades de oro.
Cuando descubre a los dos visitantes, les llena de imprecaciones y amenazas: lo mismo que él ha rechazado el amor, obligará a todo lo que vive a renunciar a él; los dioses deberán guardarse de los ejércitos que saldrán de las oscuras profundidades del reino Nibelungo.
Wotan trata de alcanzarle con su lanza, pero Loge lo detiene, invitándolo a usar, contra el enano, la astucia y no la fuerza. Así, Loge alaba su poder y el del yelmo, y le invita a demostrar de lo que es capaz pidiéndole que se convierta primero en dragón y luego en sapo, al que fácilmente Wotan puede poner el pie encima y sujetar. Así consiguen maniatarlo y arrastrarlo hasta la sima por la que bajaron.

Cuadro IV:
En la cima de la montaña, Wotan y Loge obligan a que Alberich les entregue su fortuna a cambio de su libertad. Los dioses le desatan la mano derecha, con la cual utiliza el anillo para convocar a sus esclavos para que presenten el oro a los dioses.
Una vez entregado el oro, Alberich pide que se le devuelva el Tarnhelm, pero Loge dice que es parte de la fortuna que requerirá su liberación. Finalmente, Wotan le pide el anillo y, aunque Alberich se niega a entregarlo, Wotan se lo arrebata y se lo mete en el dedo. Este acto conlleva a que Alberich ponga una maldición sobre el anillo: hasta que no le sea regresado, aquel que no lo tenga lo deseará y aquel que lo posea sólo recibirá penas y muerte.
Fricka, Donner y Froh aparecen y son recibidos por Wotan y Loge, quienes muestran el oro que se utilizará para rescatar a Freia. Fasolt y Fafner regresan con Freia. Desde un inicio, los dos insisten que debe de haber suficiente oro como para que Freia sea devuelta. Una vez se amontona todo el oro, Wotan debe entregar el Tarnhelm para poder cumplir la demanda de Fasolt y Fafner.
Finalmente Fasolt muestra que hay un pequeño hueco entre todo el oro y que solamente se podrá cubrir con el anillo. Wotan se niega a entregar el anillo, por lo que los gigantes anuncian que se llevarán a Freia nuevamente.
En ese momento, el alma antigua de la tierra, la que todo lo sabe, emerge de las profundidades. Es Erda, diosa de la sabiduría y la tierra, la madre de las tres nornas que tejen el hilo de todos los destinos. La diosa prevé un ignominioso fin para los dioses y conmina a Wotan a que devuelva el anillo.
El dios quiere saber más, pero Erda ya se ha hundido en las profundidades. Wotan, tras una breve meditación, arroja el anillo sobre el tesoro. Los gigantes liberan a Freia y mientras se dividen el tesoro, se inicia una disputa sobre cuál de los dos recibirá el anillo. Fafner asesina a Fasolt a golpes y se retira con toda la fortuna. Un Wotan horrorizado se da cuenta del terrible poder que tiene la maldición de Alberich.
Finalmente, los dioses se preparan para entrar en su nuevo hogar. Para limpiar el cielo, Donner crea una tormenta y una vez terminada, Froh invoca un arco iris que los dioses utilizan como puente para ingresar a su castillo. Wotan los lleva al castillo, al cual llama Valhalla. Fricka pregunta a Wotan sobre el nombre y la respuesta es que su significado será revelado en un futuro.
Loge, quien medita sobre la hipocresía de los demás dioses, fantasea con acabarlos algún día con su fuego, y no los sigue al Valhalla. En el río Rin las doncellas lamentan la pérdida de su oro. El telón cae.

Momentos musicales de El oro del Rin

«El error capital en la composición de óperas consiste en que un medio de la expresión (la música) se ha convertido en el fin, mientras que el fin de la expresión (el drama) se ha convertido en el medio»
Richard Wagner, en Ópera y drama




En una pieza única de más de dos horas y media de duración, Wagner consigue no sólo escribir una música que da perfecto soporte a un drama dividido en cuatro escenas, sino que también dicha música está provista de una enorme belleza.
Desde el fantástico comienzo, digno de serlo de toda la tetralogía, donde el tema de la Naturaleza primigenia se va convirtiendo nota a nota en el motivo del Rin, hasta el cortejo de dioses avanzando solemnemente hacia el Valhala, la sucesión de motivos conductores (leitmotiv) logra un perfecto equilibrio entre música y drama.
Y es que en el prólogo (recuerden que esta ópera está concebida como tal) aparecen más de 40 leitmotiv de los más de 100 que se reparten por la tetralogía, pero lo más importante de señalar es que en El oro del Rin se escuchan todos los motivos principales, los que Cooke definió como «generadores de familias de motivos»: la Naturaleza, el oro, el anillo, la lanza (o los pactos), la felicidad doméstica, el amor, etc.
Ya hemos citado el hipnótico comienzo y el majestuoso final, pero en medio quedan destacables momentos musicales, como el canto de las hijas del Rin, las cavilaciones de Alberich, el motivo de las manzanas de Freia, el inigualabe pasaje del descenso al Nibelheim, las advertencias de Erda, etc.

La versión ofrecida

La alabada grabación tomada el 13 de agosto de 1956 en el Bayreuther Festspielhaus y cuya dirección música corre a cargo de Hans Knapperstbusch al frente de la Orquesta del Festival de Bayreuth cuenta con el siguiente reparto:

Wotan - Hans Hotter
Donner - Alfons Herwig
Froh - Josef Traxel
Loge - Ludwig Suthaus
Fasolt - Josef Greindl
Fafner - Arnold van Mill
Alberich - Gustav Neidlinger
Mime - Paul Kuen
Fricka - Georgine von Milinkovic
Freia - Gré Brouwenstijn
Erda - Jean Madeira
Woglinde - Lore Wissmann
Wellgunde - Paula Lenchner
Flosshilde - Maria von Ilosvay



Scans de la tetralogía AQUÍ.

Mañana, miércoles 28 de julio, volveremos con todos ustedes con La valquiria, y también en la versión de Knappertsbusch, y en la temporada de Bayreuth en 1956, para continuar con nuestro ciclo.
Aquí les esperamos.
¡Salud, paz, sonrisas, cordiales saludos y a disfrutar!




2 comentarios:

Fernando G. Toledo 28 de julio de 2010, 16:15  

Pero qué concurrencia más descortés la del blog... ¿no hay palabras de agradecimiento por este artículo para el León y el Gato?

taliesino 28 de julio de 2010, 19:18  

Un gran trabajo de El León y El GAto, mis felicitaciones, la tetralogía de Wagner es realmente una obra monumental, la tengo en una gran versión a cargo de Solti y la Orquesta Filarmónica de Viena, es una de mis favoritas de Wagner junto con Tristán e Isolda.

Mozart: Sinfonía Nº 25 - I Mov. - Böhm

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