Satie - Piezas para piano - Seow

>> miércoles, 6 de enero de 2010


Las piezas para piano de Erik Satie representan lo más conocido de la obra de este dandy francés, personaje singular que con su música y su personalidad hipnotizó a sus amigos y colegas, entre ellos el gran Claude Debussy.
Formado como pianista de cabaret y dado a los placeres de la noche, compositor autodidacta hasta avanzada edad e innovador nato, Satie solía volcar el humor y la melancolía, por iguales dosis, en estas piezas, completamente antirrománticas y perfectas como una gota de agua.
Pero aunque sus composiciones para piano suelen ser moneda corriente en los repertorios de los pianistas, éstas no son aptas para aquéllos que pretendan lucirse con ellas como virtuosos. Para tocar a Satie hay que hacerlo con el desparpajo y la falta de afectación que él parecía tener a la hora de componer (ni siquiera de Misa puede decirse que sea lo solemne que se supone debería ser). En este sentido, hay muy famosas interpretaciones de las obras de Satie que han impuesto un estilo pero que parecen muy alejadas del carácter original de las obras. En esto no tengo más que pensar en Aldo Ciccolini, autor de recordadas grabaciones para la EMI, en las que muchas veces intenta lucirse con lo que Bruno Gelber llama «puro noterío» y que, sin embargo, parecen destinadas a desvirtuar lo que quería Satie de sus obras.
El pianista de Singapur Yitkin Seow realizó su debut discográfico justamente con Satie, en este disco del sello Hyperion para el que, en principio, elige tempi muy cercanos a los de Ciccolini (de quien, justo es decirlo, hay apreciables versiones de Satie, como las de Jack in the Box o buena parte de los Sports et divertissements, así como los 3 Mouvements en forme de poire en el que las cuatro manos que pide la partitura son de él). Pero, al revés de Ciccolini, Seow sí parece transmitirnos a un Satie más auténtico, ya que en sus interpretaciones la levedad es una apariencia de ironía, y cada nota debe ser pulsada con la elegancia de un caballero con el traje remendado. Aunque está por debajo de otros intérpretes de Satie (Rogé, De Leeuw, Parlic, Thibaudet y sobre todo Santos me parecen superiores en este compositor), sin dudas Seow ha conseguido un disco refinado y hermoso.

2 comentarios:

sereneltexto 8 de enero de 2010, 16:01  

Que Satie haya “liberado a la música francesa de la pesadez germánica” (Gray: 1995), fue algo que agradecieron muchísimo sus contemporáneos, como usted bien dice Debussy, pero recordemos también a Ravel. Y ya no es un misterio que la lista de influencia se alarga hasta considerar a referentes de la generación de músicos que ocuparán la escena “mundial” desde la tercera década del siglo XX: Poulenc, Milhaud, Honegger, Auric y a los norteamericanos Copland, Thomson y Cage.
Su lentitud extática, su progresión moderada y lenta que sumerge en estados que bordean el sopor, parecen indicar algo más que un estado reflexivo. Una liviandad que no tiene nada que ver con lo superficial en el sentido de lo frívolo, sino que parece acariciar, muy en el margen, lo extrañamente profundo. Ese mundo atomizado, más no completamente destruido, como una poesía en la que “los hombres vivían, pero de la que no se dieron cuenta que existía”. Esa música que parece vivir en los silencios de la pieza, más que en la progresión armónica, los acordes y las melodías, son características que proveen otra manera de confrontar el hecho musical.
Con todo, resalta ese ingrediente que muy bien sugiere usted con el hecho de las interpretaciones. Ese carácter sutilmente absurdo, entendiendo esto como todo hecho repugnante a la razón. Satie pareció adoptar, con mucha antelación, el carácter absurdo de una realidad que trataba de mostrarse como mayoría. La Primera y Segunda Guerra Mundial desatarían secuelas y traumas a un nivel cultural generalizado, poniendo en entredicho la pretendida noción de “progreso y la evolución de una especie humana “racional” y consciente de sus actos. Al igual que la obra de muchos escritores considerados modernos, es decir, cuando se plantea que la lectura más profunda se ha de realizar - le reitero - “entre líneas”, se diría que la música de Satie habría que buscarla en eso que no se hace audible con las notas, las armonías o la tonalidad, sino en aquello que parece ser en su silencio.
Creo que hurgar en su trabajo es tarea pendiente y justifica lo que el compositor dijera en otra época: “Vine al mundo muy joven, en una época muy vieja”. ¡Es de los nuestros!
Con todo, prefiero siempre la incomparable, deliciosa, desgranada y cadenciosa versión de Reinbert de Leeuw.
Le agradezco mucho la versión que ofrece y su persistente actividad difusora. Un saludo cordial: Matías.

Elgatosierra 24 de enero de 2010, 8:18  

Creo que este noctámbulo empedernido que era Eric Satie, estaba locamente enamorado de las estrellas, y se dedicó a coleccionar aquellas que más les gustaban transformándolas lentamente, a base de alguna alquimia que él solo conocía, en estas maravillosas piececitas para piano.
Este Yitkin Seow, que tan poco se prodiga, es colaborador de músicos tan dispares como Julian Lloyd Webber y Mike Oldfield. Qué pena que no grabe más, porque este disco le ha quedado precioso.
Se te saluda muy cordialmente Matías.
Salud, paz, y sonrisas para Eric, Yitkin y Fernando.
Elgatosierra

Mozart: Sinfonía Nº 25 - I Mov. - Böhm

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