Mahler: discografía esencial. Sinfonía Nº 6 (3/4)
>> jueves, 10 de marzo de 2011
Tres versiones magníficas nos depara esta entrega de la discografía fundamental referida a la Sexta de Mahler. Tres versiones, además, marcadas por el ímpetu, el brío y la personalidad de tres directores a los que la batuta no les tiembla cuando se trata de ser intérpretes de una obra: Solti, Farberman y Bernstein. Tres versiones, por si todo lo anterior fuera poco, entre las que está la mejor...
Y llegamos por fin a la versión que Harold Farberman registró, en su ciclo incompleto de Mahler, con la London Symphony Orchestra (a la que se sumaría luego la Royal Philharmonic). Tras ofrecer peculiarísimas versiones de las sinfonía Primera y Cuarta, y una magistral Quinta, Farberman grabó en 1979 la que consideramos es la mejor versión de la Sexta. Hay también aquí tempi lentos, como los hay en Barbirolli, y hay una orquesta que toca en plenitud. La lectura de Farberman es la de una obra que debe sonar como un cuerpo en movimiento, en el que las partes del mismo no son distinguibles a primera vista: funcionan en conjunto y en pos de los vaivenes de las notas. Y en la Sexta (una grabación no siempre mencionada en las referencias por el particular destino que corrieron estas versiones de Mahler), Farberman ofrece todos los contrastes posibles sin perder un ápice de coherencia.
El maestro estadounidense solía pensar (hasta su grabación pionera de la Décima reconstruida por Clinton Carpenter) que a Mahler se lo tocaba siempre «muy rápido». Por eso cumple con atemperar los tempi pero, a diferencia de Barbirolli, jamás se asoma siquiera a la exacerbación. Farberman explota el carácter emotivo (pesimista) de la obra, y hace dar a cada pasaje su mayor entrega, con una Sinfónica de Londres que le sigue el paso a las mil maravillas. Tenemos un primer movimiento en el que ya está todo dicho: Farberman hace que se anticipen en él tanto el Scherzo que le seguirá (vale decir que al parecer en la edición en LP el Andante figuraba en segundo lugar: la cuestión está poco clara ya que en el CD de Vox el orden es S/A), como el movimiento lento (en especial con los cencerros que evocan una remembranza de las cosas perdidas), como la apoteosis final. Le sigue un Scherzo infernal (sólo equiparable en emoción, creemos, al que ofrecen Bernstein-Viena y Eschenbach, aunque por otros medios) y el Andante más expresivo de cuantos conocemos, descaradamente lírico pero sin una pizca de embotamiento. Y el Finale es sencillamente perfecto, con Farberman metiéndonos sin respiro en ese descenso a la derrota y golpeándonos con su orquesta como si nos derribara a fuerza de los tres martillazos (secos, sonoros, implacables) que el director propina sin miramientos. En las manos de Farberman, la Sinfonía Nº 6 de Mahler es una oda al tormento en cuanto a lo que transmite y un monumento a la interpretación en el sentido completo de la palabra: «decir» la partitura con la propia voz del director, haciendo a su vez que la del autor suene más clara, más profunda y más genuina que nunca. Por si no quedó claro, lo repetimos: la de Farberman es la mejor versión de la Sexta de Mahler, impecable por donde se la mire excepto, seguramente, por el sonido del CD de Vox, que suena, como en otros casos, algo apagado.
Leonard Bernstein es, ni falta hace decirlo, uno de los grandes difusores de Mahler en el mundo y alguien que sentía como suya la música del bohemio. Cuando a mediados de los ’80, Lenny comenzó su tercer ciclo sinfónico de Mahler para la DG (antes había grabado uno con su Filarmónica de New York para CBS y uno en video), en plena era digital, su relación con la música de Mahler era la de un director maduro y consolidado. Y fue con la Wiener Philharmoniker, nada menos, que grabó algunas de las mejores versiones, entre las que están la Quinta y la Sexta de Mahler. En el caso de la «Trágica», de 1988 y con tomas en vivo de sonido perfecto, suya es una versión similar a la del DVD, con ritmos galopantes en el primer y segundo movimientos (Bernstein jamás dudó en tocar en el orden S/A), con un Scherzo prácticamente expresionista en sus sonidos, un Andante casi en adagio, romántico y dolido, y un Finale a la manera de Lenny, sin claudicar en la vena emotiva y apasionada de la partitura (aunque cambia, y por única vez no da el tercer golpe de martillo). Como sucede con la Quinta o la Novena (especialmente), es ésta una obra tan en sintonía con el estilo de Bernstein que no podía menos que ser, la suya, una lectura de excepción. De a ratos, también, la mejor.
3 comentarios:
La de Solti no está enlazada.
Ya tá. Gracias.
Un detallito en todo este buen despliegue mahleriano Fernando, Bernstein sí da los tres golpes de martillo en la Sexta con DG.
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