Bernstein - Misa - Nagano

>> viernes, 10 de septiembre de 2010


Maldita misa

>>DIEGO FISCHERMAN

Publicado en Página/12

En la crítica del estreno, publicada por el New York Times el 8 de septiembre de 1971, Harold C. Schönberg decía: «Es una misa show-biz. Es la obra de un músico desesperado por estar en onda. Y, en efecto, esta misa está en onda esta semana. Pero, ¿qué hay del próximo año?». Treinta y tres años después (la edad de Cristo, como conviene recordar cada vez que se acerca Navidad), esta Misa de Leonard Bernstein, subtitulada Una pieza teatral para cantantes, instrumentistas y bailarines y estrenada el mismo año que Jesus Christ Superstar, fue grabada en una versión ejemplar. El sello francés Harmonia Mundi registró las funciones de noviembre de 2003 en la Philharmonie de Berlín, dirigidas magistralmente por Kent Nagano, y acaba de publicar el álbum de dos discos en el que se mezclan el Stravinsky de Las bodas, el jazz, las comedias musicales, la idea de caos de las sinfonías mahlerianas, un coro amplificado, una cinta cuadrofónica, un tenor, algún ritmo de mambo, orquesta, batería, guitarra y bajo eléctrico y hasta un crucifijo roto en pedazos.
La edición, que obtuvo el sello de platino de la revista Opéra y ya se consigue en Buenos Aires, importada por Zival’s, sirve para acceder a una obra tan contradictoria como encantadora, pero también para comprobar hasta dónde el eclecticismo que erizaba el purismo de las terminales nerviosas de las vanguardias de entonces resulta hoy mucho más moderno (y de paso más llevadero) que las estéticas desde las que se lo condenaba.
La obra, encargada por Jacqueline Kennedy para inaugurar el monumental Kennedy Center of Arts de Washington, logró, según algunos críticos, «ser aún más fea que el edificio». Schönberg, en su descripción de la noche inaugural, decía que «estuvieron los que despreciaron la obra como basura vulgar y los que señalaron el irregular tratamiento de la liturgia católica, especialmente en el momento de la destrucción de la cruz. Estuvieron también los que dijeron que Bernstein había puesto su dedo exactamente donde debe ponerlo la Iglesia actual, y que su Misa es un comentario relevante sobre los problemas religiosos. Y estuvieron aquellos, especialmente entre los integrantes más jóvenes del público, que gritaron y aplaudieron y ovacionaron y lloraron y dijeron que era lo más bello que habían oído en su vida».
Por entonces, Estados Unidos luchaba por encontrar alguna clase de épica en el barro de Vietnam y Bernstein, un judío, escribía junto al libretista Stephen Schwarz –el mismo de Godspell, un musical rock bastante exitoso– que «cualquiera que odia a su hermano es un asesino». Curiosamente otro judío metió mano también en los textos que se intercalaban con el ordinario de la misa: Paul Simon. Eran los tiempos –todavía– del hippismo y la teología de la liberación. En su homenaje a quien fuera el primer presidente católico de los Estados Unidos, el Tío Lenny componía una misa para la que reivindicaba, entre otras cosas, la vieja idea de representación teatral que, según sostenía, estaba en el origen de todos los rituales religiosos.
Autor de comedias musicales extraordinarias y de algunas de las mejores canciones jamás escritas (Some Other Time o Lonely Town de On The Town; Maria o Somewhere de West Side Story), Leonard Bernstein tuvo menos suerte con sus obras clásicas. Derivativas, muchas veces pretenciosas, a veces superficiales en su declamación de un humanismo bastante ingenuo, sus sinfonías y piezas corales adolecían de un defecto que antes del posmodernismo liberador de los ‘90 sonaba imperdonable: la falta de unidad estilística. En una época que rendía culto al principio de predeterminación –todo el desarrollo de una obra debía derivarse de unos pocos elementos presentes en el comienzo y de las relaciones a que pudieran dar lugar–, la música de Bernstein era precisamente la que se podía esperar de ese omnívoro incontinente y hedonista en el que confluían un pianista, un compositor, un director de orquesta, un músico de jazz y una estrella del espectáculo. A diferencia de otros, el estilo compositivo de Bernstein nunca fue capaz de –ni estaba interesado en– separar con delicadeza su lado alto de su lado bajo. En ese sentido, resulta revelador que fuera él quien arrancó a Gustav Mahler del olvido y, mucho antes de Visconti y su Muerte en Venecia, cuando –al frente de la Filarmónica de Nueva York– eligió el Adagietto de la Quinta Sinfonía como banda de sonido para el entierro de Robert Kennedy, lo convirtió en hit.
Como Mahler, Bernstein no le teme a lo banal y acepta construir los más grandes relatos con los materiales más vulgares. Su Misa es, en muchos sentidos, un pastiche. Pero hoy es posible valorar en ella cuestiones que en 1971 pasaban desapercibidas, sobre todo su manera de registrar a la perfección el lugar y la época en que fue compuesta. La dificultad mayor para interpretarla es el ensamblaje de todos los estilos y lenguajes que la conforman. El tenor Jerry Hadley, los coros de la Radiodifusión de Berlín y Pacific Mozart Ensemble, el coro de niños Staats-und Domschor Berlín y la Orquesta Sinfónica Alemana, de esa ciudad, lo logran a las mil maravillas. La dirección de Nagano es flexible, expresiva y segura y logra, además, que lo que tiene que sonar popular suene popular. La grabación es excepcionalmente fiel.

4 comentarios:

Anónimo 10 de septiembre de 2010, 20:00  

Hola.

Quisiera disfrutar esta obra, que no conozco. Bernstein tiene más fondo del que nos han tratado de mostrar en general. Le agradezco revisar los archivos compartidos. El 3 y el 5 están malos y no permiten descomprimir toda la obra.

Gracias por su excelente blog.

Fernando G. Toledo 11 de septiembre de 2010, 12:51  

Los revisaré.

Fernando G. Toledo 12 de septiembre de 2010, 12:45  

Enlaces reparados. El archivo tiene registro de recuperación en Rar.

Anónimo 20 de septiembre de 2010, 17:57  

Es indudable que todos Uds. son fieles amigos del inolvidable Cuervo.El insistía con Mhaler y como sobre ngustos no hay nada escrito, aun cuando no me gusta, repeto a los demas.
Esta misa es, para mi, superada por las de los clasicos (Verdi,pej.)pero en fin lo que quiero poner de relieve, es la desinterezada labor de todos Uds.que es de admirar y los felicito.
rio2manso@yahoo.com.ar

Mozart: Sinfonía Nº 25 - I Mov. - Böhm

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