Mahler: discografía esencial. Sinfonía Nº 5 (2/4)
>> miércoles, 5 de enero de 2011
Continuamos el recorrido por la discografía de la Sinfonía Nº 5 de Mahler. En este tramo, nos encontramos no sólo con la mejor de todas las grabaciones de esta obra, sino con otra que, cercana en excelencia, puede considerarse sin dudas una «joya oculta» de la misma.
Una Quinta de Scherchen sin cortes
Las lecturas del director alemán Hermann Scherchen (1891-1966) se cuentan entre las más polémicas. Y no hablamos sólo de las partituras de Mahler, sino de todas las que abordó con su estilo personal. Lo seguro es que sus versiones no dejan a nadie indiferente. De todas las obras de Mahler, la Quinta fue la que Scherchen más interpretó y grabó. Contamos con cuatro registros oficiales de esta sinfonía con su batuta, y sin embargo sólo uno de ellos (el único, además, en estudio) no está lastrado por el elemento más polémico de todos: los cortes que solía aplicar en las partituras para reducirlas en extensión.
Las razones verdaderas de esos cortes no están claras, y sin embargo no son una excentricidad de Scherchen: el propio Mahler los aplicaba a las obras que dirigía. Vale decir, igualmente, que incluso con esos recortes, que en esta sinfonía Scherchen aplicó ¡al Scherzo y al Finale!, sus rendiciones son notables. Como fuere, para una discografía «esencial», como se propone esta, creemos que hemos de elegir su versión con la Wiener Staatsopernorchester, publicada en 1953. Dejamos de lado, entonces, las versiones con la Sinfónica de la RAI (1962), con la Philadelphia Orchestra (1964) y con la Orchestre National de l’ORTF (1965).
Si salimos de excursión por las grabaciones históricas de la Quinta, el paso de la versión de Walter de 1947 a la de Hermann Scherchen con la orquesta de Viena puede dejarnos sumidos en el estremecimiento. Nada hay de elegancia o frialdad en este conductor. El trio del primer movimiento, con su aceleración frenética, bien lo muestra, y permite dejar atrás un comienzo algo distante con el solo de trompeta (en todo este movimiento se destaca más su versión con la Orquesta de la Radio Francesa). Ya en el Stürmisch bewegt, Scherchen ingresa en el campo que mejor domina, y hace al cuerpo orquestal expresar una furia notable: esa furia quizá explica el golpe de timbal con el que cierra este movimiento... aunque tal golpe no figure en la partitura. Luego, vale decir que quizá haya mejores versiones del Scherzo, pero ciertamente pareciera que en él Scherchen se adelanta a lecturas posteriores, si tenemos en cuenta el moderno abordaje del mismo. Al Adagietto le pone la dosis justa de lirismo sin caer en la extrema melancolía de su versión con la Philadelphia Orchestra y, finalmente, en el Finale el maestro nos lleva a un recorrido animal como quien nos hundiera en una novela a la que de pronto hemos comenzado a protagonizar, identificándonos con la emoción de esta música magnífica.
Por su valor documental, por su novedad y su fuerza, esta versión de la Quinta por Hermann Scherchen es sin dudas ineludible, aunque no pueda ser catalogada como paradigmática.
Por su valor documental, por su novedad y su fuerza, esta versión de la Quinta por Hermann Scherchen es sin dudas ineludible, aunque no pueda ser catalogada como paradigmática.
Avanzamos poco más, y mediando las otras grabaciones polémicas de Hermann Scherchen y un notable registro de Václav Neumann con la Gewandhausorchester de Leipzig (considerado referencial por muchos, aunque aquí prefiramos su versión con la Filarmónica Checa de 1977), arribamos al punto más alto que un director alcanzó con la Quinta sinfonía de Mahler en lo que a discos se refiere. Estamos hablando de la versión que John Barbirolli registró en estudio junto a la New Philharmonia Orchestra (la orquesta de EMI que se resistía en ese entonces a ser disuelta), entre el 16 y el 18 de julio de 1969, en Londres. Barbirolli había llegado a Mahler casi de casualidad una década y media antes, después de que un periodista elogiara su estilo y sugiriera que la Novena de este compositor le calzaría como anillo al dedo. En el tramo final de su carrera (y de su vida), el conductor inglés de origen italiano se metió en los estudios para ofrecer dos versiones iconoclastas de las sinfonías 5 y 6.
La de la Quinta es más lograda quizá porque saca sonidos nuevos de la partitura sin llegar a subvertirla. El primer movimiento es una demostración brutal de la claridad de conceptos de Barbirolli, metiendo a la marcha fúnebre en tempi amplios como nunca hasta entonces, haciendo oír a una orquesta Philharmonia de un empaste notable. Luego, el segundo movimiento, está concebido como era originalmente, parte del primero, y por ello Barbirolli exprime hasta lo imposible el poder de una pieza indicada como «Stürmisch bewegt» sin hacer que «tormentoso» se confunda con «desaforado» (como le pasaría a Solti poco después o había hecho Scherchen antes).
Tras un Scherzo hipnótico como el que más, Barbirolli sorprende luego con un Adagietto que, contraviniendo lo propuesto en los tres movimientos anteriores, no se hace más lento sino más ligero. Así, y en un giro de las cosas, esta versión de este director se conecta con la de Walter, con la que no parecía tener afinidad.
Su Adagietto es, sí, más rápido, pero no por ello menos rico en matices (en este sentido pareciera superar a Walter en el modo de darle claridad a la orquesta sin siquiera arrimarse a la gelidez), de modo que cuando llega el Rondó finale en «attaca» todo acaece con la naturalidad con que fluye el curso de un arroyo.
Es esta Quinta, como decimos, el punto más alto de todas las grabadas, lo cual no es un mérito menor, habida cuenta de la enorme competencia que hay (en cantidad y calidad) con esta obra.
A diez años de la versión de Barbirolli, un director estadounidense iba a ofrecer otra lectura notable en un disco que hace poco parece haber sido «redescubierto» junto a sus otras versiones de sinfonías de Mahler. Estamos hablando de Harold Farberman, percusionista y también compositor, que grabó un ciclo parcial de Mahler junto a la London Symphony Orchestra y la Royal Philharmonic Orchestra. Con la Sinfónica, Farberman hizo de la Quinta y de la Sexta maravillas que hoy merecen ser escuchadas por cualquiera que crea ya tener elegidas las mejores versiones.
En principio, su Quinta puede ser equiparada con la de Barbirolli por la amplitud de sus tempi. Es la suya quizá la más extensa de todas las versiones de la Sinfonía Nº 5. Pero las similitudes con Barbirolli concluyen ahí y en el alto nivel de su lectura. Porque en lo demás, Farberman es aun más subversivo.
Su primer movimiento es más lento que el de Sir John, así como el segundo, aunque éste suena al mismo tiempo menos ampuloso y pesado. Resulta grave y a la vez moderno, sensación que se repite al escuchar el brutal Scherzo que le sigue, del que lamentablemente no tenemos datos del trompista que hace el corno obligado. En el Adagietto, Farberman sí que persiste con la lentitud de sus versiones, y exprime a tal punto la veta romántica de esta página (¿carta de amor de Mahler a Alma?) que uno no puede menos que sentirse atrapado por la belleza sincera de su sutil melodía, sin pudor, porque el director no permite que ese romanticismo degenere en balbuceos edulcorados. Ni siquiera se permite, quizá, que este Adagietto tenga algo de patético (como sí probará luego Bernstein, no sin fortuna).
El director concluye con la London Symphony a pleno y los oyentes, lamentando que el sonido conseguido en este registro, correspondiente a los primeros escarceos digitales, no le haga honor a Farberman: en este sentido, también, queda por detrás de la grabación de Barbirolli, un verdadero orgullo de EMI [ver más sobre la versión de Farberman en Oído Fino].
3 comentarios:
Thank you!
There is an out-of-print recording with Kubelik and the Concertgebouw Orchestra from 1951 (Tahra). Would it be possible to share it? Thank you very much!
Please, do not comment in "anonymous" function.
Fantastica serie de Mahler. De la quinta tengo varias versiones pero no he oido la de Barbirolli.
Mil gracias
Publicar un comentario