Wagner - Festival de Bayreuth 2012 (6/6) - Parsifal

>> domingo, 29 de julio de 2012

Kundry y Parsifal, según Willi Pogány.


Difícil encaje el que nos encontramos para ensamblar la trama de esta ópera, bueno de este «Festival para la Consagración Escénica»,  en la línea de comentarios de la serie de este año. No porque no exista una pareja de protagonistas, sino porque el amor en Parsifal es puro efluvio espiritual. A pesar de haber un paralelismo con anteriores tramas, uno de ellos es un maldito que ha sido condenado a la purga eterna; el amor que los redime no proviene del otro sino de los poderes espirituales de una serie de símbolos (el grial, la lanza) que actúan como enlaces con el redentor. Por supuesto, aquí no se redime nadie sin morir. El drama se desarrolla envuelto en un halo de misticismo romántico que viene dado por la atmosfera de Montsalvat, donde el santo Grial está custodiado por Gurnemanz y los Caballeros de la Orden del Grial. Y se da el caso, en esta ópera, de que el envoltorio es más consistente que el contenido. Lo espiritual, la liturgia se muestra como indefectible, mientras los mundanales sucesos parecen irreales.

Comienza el drama de Parsifal (estrenada en la Festspielhaus de Bayreuth, el 26/7/1882) exponiendo la situación en Montsalvat, donde, al amanecer, los caballeros hacen sus oraciones y se nos sitúa en esa atmosfera contemplativa donde hechos místicos se suceden consecutivamente. Hay, además de Gurnemanz, un rey de los lugares del Grial, Amfortas, y su padre, Titurel, quien trajo a los caballeros y fundó el reino del Grial. Y también está Klingsor, el mago, un antiguo caballero que pretendía el mando de la orden y que incluso se castró a sí mismo para conservar la castidad. Y, como tiene que ser, hay una serie de conflictos entre tanto personaje mítico. Klingsor se hace con la lanza sagrada, aquella que fue clavada en el costado del redentor: Amfortas la perdió por haber seguido a una seductora mujer al reino de Klingsor y ha vuelto herido y sin la santa reliquia. Su herida no se cura, él considera que es debido a que no es merecedor de su cargo. Los demás le piden que muestre el Grial pero se niega: él no está a la altura.

Llevamos, con este, cinco dramas de Wagner hablando de la relación amorosa de los protagonistas y aquí no han aparecido ni uno ni otro. Bueno, pues en medio de todo el trasiego del párrafo anterior, una misteriosa mujer claramente perturbada trae a Amfortas un ungüento curativo mágico, desde países lejanos. Esta mujer es Kundry. Y un chaval, el típico y desenfadado héroe wagneriano, aparece, de pronto, después de haber matado a un cisne con su arco. Esto enfada mucho a Gurnemanz y le hace las preguntas de rigor: «cómo te llamas», «quién es tu padre», «cómo llegaste aquí», y esas cosas que preguntan los ancianos. El chico le responde a todas las preguntas que no sabe. Kundry, dice, entre risas, que sí, que ella conoció a su madre y que incluso la vio morir de pena, lo que que enfada al muchacho, que no acaba matando a la mujer por misericordia. Gurnemanz lo invita a acudir al ritual del Grial.

En la ceremonia, Amfortas, angustiado, grita que la única redención que existe para él es la de un «inconsciente puro e inocente» que recupere la lanza. Cuando escucha esto Parsifal, que es el nombre del chico pero todavía ni él mismo lo sabe, siente el dolor de Amfortas como si fuera propio. Al terminar el ritual, Gurnemanz le pregunta al héroe que si ha comprendido algo. Pero Parsifal, transido, no responde, por lo que el viejo caballero lo considera un tonto y le dice que bien, que mejor se marche de Montsalvat y que deje en paz a los cisnes, y que si quiere matar algo que le dispare a los gansos.

En su castillo de Klingsor, el mago, convoca a Kundry (bueno, la llama primero de muchas formas, «diablesa», «rosa del infierno», «Herodias», «Gundryggia», y ella no se enfada como suelen hacer las mujeres cuando las llamas por otro nombre). Se nos aparece ahora como una mujer de gran belleza y poder de seducción. Mientras se acerca Parsifal al castillo, Klingsor manda a sus caballeros encantados a que lo ataquen, pero, como es natural, Parsifal acaba cumplidamente con todos ellos. Entonces Klingsor le pide a Kundry que seduzca al joven, como hizo con Amfortas.

El caballero de las rosas (Parsifal), óleo de Georges Antoine Rochegrosse.

En los magníficos jardines del castillo, y con Parsifal rodeado de irresistibles doncellas-flores, Kundry llama al caballero por su nombre. Al escucharlo, él recuerda que es ese el nombre que usaba su madre para llamarlo. Y le pregunta a la bella muchacha cómo sabe su nombre. Le dice que conoció a sus padres y el amor que estos sintieron por él. Y que si lo besa sentirá ese amor de nuevo. Pero al besarla lo que siente Parsifal es un tremendo dolor, y la rechaza a la vez que grita el nombre de Amfortas. Esta vez sí, enfurecida, Kundry reclama que también podría tener compasión de ella, que ha sido maldita eternamente, que estaba presente en la crucifixión del redentor y se rió de su pesar. Ahora es incapaz de llorar, sólo puede reír, reír eternamente.





Waltraud Meyer, Kundry, Grausamer! Fühlst du im Herzen nur and'rer Schmerzen

Así, condena a Parsifal a no encontrar el camino al Grial y llama a Klingsor para que la vengue. Aparece este y le arroja la lanza a Parsifal, pero el arma se detiene en el aire frente al héroe, que la coge y hace con ella el símbolo de la cruz. Esto hace que el castillo del mago se derrumbe. Mientras sale, le dice a Kundry que ya volverán a encontrarse.

Pasan muchos años y es Viernes Santo en Montsalvat. Gurnemanz está ya muy viejo, Kundry vuelve a ser la atormentada mujer del principio, Amfortas sigue herido y Tinturel ha muerto. Coincidiendo con todo esto aparece un caballero con una armadura resplandeciente, es Parsifal que vuelve de vagar errante durante años en busca del territorio del Grial. Cuando Gurnemanz lo reconoce y ve que porta la sagrada lanza, organiza de inmediato una ceremonia con todo el personal, salvo, como es lógico,  el difunto Tinturel, ya que es a quien le van a hacer las honras fúnebres. 

En el salón del Grial, frente a todos los caballeros, Parsifal, ya nombrado nuevo rey del reino del Grial, toca con la lanza la herida incurable de Amfortas y esta se cura.  Tras este milagro Parsifal destapa el Grial y una luz sobrenatural invade la sala. Kundry redimida, no le queda otra, cae a los pies de Parsifal.  Mientras, todos admiran la suprema reliquia.




Siegfried Jerusalem, Parsifal, Nur eine waffe taugt

Vinay y Mödl
Ramón Vinay.
Nuestro Parsifal favorito es Ramón Vinay (Chillán, 1911 - Puebla, 1996), tenor y barítono de prestigio internacional. De padre francés y madre chilena, fue educado en Francia, y más tarde la familia se trasladó a México donde estudió canto con José Pierson. Comenzó como barítono, haciendo su debut en 1931 como Don Alfonso en La Favorita. Entonces fue contratado para cantar como Amonasro, Radamés, Ezio, Rigoletto, Scarpia, Alfredo y Turiddu.

Después de haber continuado sus estudios de canto con René Maison, debutó como tenor en 1943 cantando Don José, luego vendrían Sansón, Cavaradossi y Des Grieux. Al año siguiente cantó Otelo por primera vez, y este sería el gran papel de su vida, y que grabaría más tarde con Toscanini, Furtwängler y Busch. En 1945 debutó en Nueva York, en el City Center Opera, como Don José, y al año siguiente debutó en el Metropolitan como Otello, y allí cantó con regularidad hasta 1961.

Cantó por primera vez en Italia en septiembre de 1947, apareciendo como Otello en Florencia, Génova, Turín y Bolonia. En esa misma temporada triunfó con el mismo papel en La Scala, y al año siguiente revalidó el éxito en la Arena de Verona, y en 1951 en el Festival de Salzburgo. Como artista invitado cantó en el Covent Garden, la Ópera Estatal de Viena, la Ópera de París y el Colón.

Además de Otello, Vinay fue un intérprete ampliamente reconocido de los roles de tenor dramático, concentrándose en Wagner, y apareció regularmente en Bayreuth entre 1952 y 1957. Allí cantó: Tristán con Karajan en 1952 y Jochum en 1953; Tannhäuser con Keilberth en 1954; Siegmund con Keilberth y Krauss en 1953, Keilberth en 1955 y Knappertsbusch en 1957; y Parsifal con Krauss en 1953 y Knappertsbusch en 1956 y 1957.

En 1962 regresó a los personajes de barítono, cantando Telramund (en 1962 en Bayreuth con Sawallisch) , Iago, Falstaff y Scarpia. Ramón Vinay realizó su última actuación como Iago en la Ópera de Santiago de Chile en 1971, pero todavía apareció en conciertos hasta 1974. Hasta 1972 el artista trabajó como director de escena y fue nombrado Director General de la Casa de la Ópera de Santiago de Chile por un corto tiempo.





Vinay y Mödl en Amfortas! -Die Wunde! del Parsifal de 1953 en Bayreuth dirigidos por Krauss.

Martha Mödl.
Y como Kundry hemos elegido a Martha Mödl (Núremberg, 1912 - Stuttgart, 2001), cantante alemana que se inició como soprano continuando luego hasta avanzada edad como mezzosoprano. Comenzó sus estudios de canto tardiamente, a los 28 años de edad en el conservatorio de su ciudad natal. Hizo su debut en 1942 en el papel de Hansel de Hänsel y Gretel de Humperdinck. Poco a poco desarrolló una carrera de soprano dramática, apoyada en su natural temperamento trágico, por lo que ha sido siempre recordada por su enorme talento dramático.

Ya encarnó la Venus de Tannhäuser en Düsseldorf en 1948 bajo la batuta de Hollreiser, y Wieland Wagner la incorporó a su equipo desde un principio al Nuevo Bayreuth: bien como Kundry en Parsifal, cantándola por primera vez en 1951 bajo la batuta de Knappertsbusch, en la reapertura del Festival, y que volvería a repetir con el mismo director en 1952, 1954, 1956 y 1959; bien como Gutrune y La Tercera Nornaccon Knappertsbusch en 1951; Isolda con Karajan en 1952; otra vez Kundry con Keilberth y Krauss en 1953; Sieglinde con Keilberth en 1951, 1952 y 1954; Brünnhilde con Keilberth en 1952, 1953, 1954 y 1955; y Waltraute con Böhm en 1967. También fue aplaudida en Londres, Viena, París, Nueva York, Stuttgart, etc.

Siempre ha sido también muy recordada por su grabaciones wagnerianas con Furtwängler, como Kundry nuevamente en Parsifal para el Teatro Alla Scala en 1951, también en la Brunilda de El Anillo del Nibelungo en los estudios de la RAI de Roma y en la La Walkyria para la EMI.

Otros roles en los que triunfó fueron: Leonora en Fidelio de Beethoven; Ulrica Azucena y Lady Macbeth de Verdi; Venus en Tannhäuser de Wagner; Marie en Wozzeck y la Condesa Geschwitz en Lulú, ambas de Berg; Dorabella en Così fan tutte y Cherubino en Las bodas de Fígaro, ambas de Mozart; Octavian en El caballero de la rosa, El Compositor en Ariadne auf Naxos, Clitemnestra en Elektra y la Nodriza en La mujer sin sombra, todas ellas de Strauss; Carmen de Bizet; Jocasta en Edipo Rey de Stravinsky, y un largo etcétera.

Nuestra ofrenda wagneriana de hoy
Muy probablemente esta versión de Christian Thielemann junto con la versión de Gergiev, que también dejamos el año pasado aquí, sean las dos mejores versiones modernas de esta monumental última ópera de Wagner. Plácido Domingo, en eterna plena forma, muestra un gran compromiso con su papel, Parsifal, y una interiorización que da gran profundiad al personaje, sacándole brillo con su característico buen gusto; Waltraud Meier en Kundry sorprende arriesgando hasta el límite para salir victoriosa, y el calor que le otorga al personaje le da una gran vida, monstrándose como un diamante que brilla en todas sus facetas; Franz-Josef Selig (Gurmemanz) se nos muestra afectuoso, claro, lírico, potente sin gigantismo, profundo, sólido, timbrado y variado, sin caer jamás en la monotonía, lo que es muy de agradecer; y el histriónico Falk Struckmann muestra toda su potencia en Amfortas; los Coros y la Orquesta de la Ópera Estatal de Viena (o, lo que es lo mismo, la Filarmónica de Viena) se muestran flexibles y bien entrenados, y si bien la sección de cuerda es siempre la más renombrada en la vienesa, aquí podemos destacar sobre todo a los vientos, que sientan cátedra en esta partitura. Como resumen final podríamos concluir que Thielemann desarrollando los consabidos planos sonoros que caracterizan a la partitura, más con la generalidad del paisajista que con la particularidad del jardinero, consigue que esta monumental ópera nos resulte colorida, emocionante, matizada y seductora, revalorizada además, como aquella de Gergiev, con la verdad del directo. Así que hay quien dice que con grabaciones como estas podríamos estar asistiendo a un nuevo renacimiento wagneriano. ¡Así sea!

¡Salud, paz, sonrisas, cordiales saludos... y a disfrutar!


4 comentarios:

Anónimo 5 de agosto de 2012, 7:12  

Magnífica esta nueva selección de entradas dedicadas esta vez al Festival de Bayreuth 2012. Felicitaciones a Fernando de León (me alegro que esté mejor de salud) al Gato Sierra y también, claro, al autor del blog.
Las versiones discográficas seleccionadas son excelentes.
Un saludo muy cordial para todos.
Rosa.

Fernando G. Toledo 7 de agosto de 2012, 8:49  

Muchas gracias, Rosa, por tu comentario.

F. de León 8 de agosto de 2012, 12:17  

Gracias, Rosa por tu comentario, El Gato Sierra, Fernando y yo lo hacemos con el mayor cariño posible. Y, por lo que a mi respecta, gracias por tu interés por mi salud, que a la fecha es buena.
Fernando de León

Barullo 11 de enero de 2013, 19:11  

No quise molestar antes, pero como no los puedo bajar, pido que se fijen si se pueden bajar los archivos. Me faltan el CD2 y el CD3, pero me da "Permission denied" en todos los archivos. ¿Se podrá arreglar? Gracias.

Mozart: Sinfonía Nº 25 - I Mov. - Böhm

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