Lalo - Namouna - Robertson

>> jueves, 16 de diciembre de 2010



Homenaje a Wálter Aníbal Ravanelli, a un mes de su muerte

En Oído Fino, recordamos al maestro Ravanelli con el último texto que envió a Fernando G. Toledo para su publicación en este blog. Sirva el mismo para recordar a nuestro articulista y a un docente inolvidable.

Una obra maestra de Lalo


Ya que estas páginas han comenzado a ocuparse de nuestro querido Édouard Lalo, vamos a seguir con su música, que siempre hemos admirado. Hoy vamos a presentarles una versión del ballet Namouna.
La familia Lalo, de antigua ascendencia española, se afincó en Lille, y el joven Édouard debió viajar a París para estudiar violín en el Conservatorio. Una vez allí, tomó también lecciones particulares de composición. Sin embargo, sus obras no tuvieron demasiada aceptación en un comienzo, y entonces Lalo se concentró en la enseñanza y en la ejecución de su instrumento, en un cuarteto de cuerdas en París. Hasta que un día, en 1874, el gran violinista vasco Pablo de Sarasate le estrenó el Concierto para violín y orquesta. Y a partir de allí el nombre y los méritos de Édouard Lalo fueron reconocidos en toda Europa. Vino después la Sinfonía española, una obra también popularizada por Sarasate. Y de allí en adelante Lalo volvió a la composición.
Lalo se interesó en la música para teatro, y comenzó a componer su ópera El rey de Ys. Algunos extractos de la obra fueron ejecutados en concierto, y el entusiasmo generado ocasionó que la Ópera de París la programara para la temporada inmediata. Pero no todo salió así. La producción de la obra fue pospuesta, y, como compensación al músico, el libretista del teatro de la Ópera, Charles Nuitter, y su coreógrafo, Lucien Petipa, le propusieron a Lalo que compusiera un ballet sobre texto del primero y coreografía del segundo. La obra propuesta fue Namouna.
(Respecto de Nuitter, debemos acotar que fue un personaje que marcó la historia de la Opéra Garnier. Su verdadero apellido era Truinet, que mediante anagrama transformó en Nuitter. Escribió varios libretos de ballets, entre ellos Coppélia –para Delibes– y éste de Namouna. Escribió también libretos de óperas bufas, especialmente para Offenbach. Fue el creador de la Biblioteca de la Ópera de París, a la que dedicó parte de su fortuna personal.)
En su estreno, el 6 de marzo de 1882, el ballet Namouna tuvo un éxito relativo. El público y los críticos consideraron a la música «demasiado sinfónica», es decir no encasillada en la música que era tradicional en los ballets, la que el público ya esperaba, sin ninguna sorpresa, acostumbrado a las partituras de Adam, Delibes, Chaikovski, Minkus. En Namouna, en cambio, el compositor no atendió a los ingredientes vulgares de todos los ballets, tanto los buenos como los mediocres. Lalo hizo una partitura que seguía un argumento, y que podía bailarse.
(En el transcurso del siglo XX, los públicos fueron acostumbrándose cada vez más a que un ballet podía tener como música cualquier partitura, inclusive una sinfonía, un concierto, una rapsodia, un poema sinfónico, e –inclusive– se podía danzar una pieza para percusión sola, o incluso se podía bailar sin música alguna, como lo podía hacer la gran Isadora Duncan.)
Entre quienes asistieron al estreno de Namouna estuvo un joven de 19 años, Claude Debussy, quien dijo más adelante que había sido «sacado de la sala de la Ópera de París, por haber sido muy demostrativo al expresar» su admiración hacia «esa encantadora obra maestra».
El propio Lalo extrajo dos suites del ballet, a fin de que la obra pudiera interpretarse en las salas de concierto.
El argumento del ballet Namouna, de Charles Nuitter, es éste:

Primer acto. En un casino de Cor­fú, lord Adriani, jugando a los dados con el conde Octavio, apuesta y pierde todo, incluso su barco y su esclava favorita, Namouna. Octavio, aunque tentado a retenerla, ofrece ganancia y libertad a Namouna, que se aleja contrariada del arruinado Adriani. Octa­vio corteja con una serenata a su prometida, Elena, pero el vengativo Adriani insulta al conde y a los mú­sicos. Desafiado a duelo, no puede llevarse a cabo porque Namouna, disfrazada, se interpone entre los contendientes, danzando y atrayendo gente. Elena está despechada por los galanteos de Octavio hacia la desconocida, mientras que Adriani corteja a Na­mouna, que lo rechaza por Octavio, para quien me­dita una celada. Pero los marineros salvan a Octavio y lo conducen a bordo.
Segundo acto. Namouna llega con Octavio a la isla del mercader de esclavos Alí, se da a conocer y rescata y libera a sus compa­ñeras. La fiesta se ve interrumpida por el persecutor Adriani, quien con su chusma de piratas hace pri­sionero a Octavio. Pero los piratas quedan enredados y desarmados por las danzas de las jóvenes, y tam­bién Adriani queda seducido y embriagado por Na­mouna, que se aprovecha para huir con Octavio y alejarse en su nave, mientras el furibundo Adriani muere apuñalado por una esclava.


La Suite nº 1 comienza con un «Preludio» que es toda una obra maestra, a punto tal de que la Radiodifusión Francesa lo eligió como cortina musical característica para sus programas Reportajes en la Discoteca Francesa, que se emiten en todo el mundo. Este «Preludio» describe una vista amplia del mar Jónico, por medio de un tema ondulante llevado por los violonchelos, que se eleva hasta un apogeo, y un segundo tema que representa a Namouna.
Continúa una «Serenata», tocada por las cuerdas divididas y punteadas en sordina, con maderas y arpas.
El «Tema variado» acompaña una danza de conjunto, con variaciones continuas y cautivantes sobre un tema romántico que se ha oído primeramente en los violines y las violas.
El «Desfile de feria» presenta un motivo repetido apropiado para un pas de deux de Namouna y Octavio. Un tema romántico y expresivo sirve de episodio intermedio.
La «Fiesta foránea» es otro momento de baile general, con una orquestación brillante y colorida de gran efecto.
El «Vals del cigarrillo», que no figura en ninguna de las dos suites de concierto de este ballet, pero que Butt agrega a esta grabación, acompaña una escena en la que Namouna busca llamar la atención del hombre al que ama, arrebatándole, con un gesto brusco, el cigarrillo que él había encendido sin reparar en ella. Es una danza de coqueto turbión, que conduce a un final cada vez más vertiginoso.
La 2ª suite de Namouna comienza con una «Danza marroquí». Es una danza de gran vigor, basada en dos melodías folklóricas de Marruecos, que Lalo había oído tocar a dos músicos norteafricanos en un café de París.
La «Mazurka», misteriosamente acentuada, es danzada por uno de los ocupantes de la casa del rico traficante de esclavos, Alí.
Viene después el número «La siesta», que el propio Lalo denominó también Dolce far niente («Dulce no hacer nada»), un lánguido momento tocado por las cuerdas en sordina y con un ritmo ligeramente aplastado.
Oímos luego el «Paso de los címbalos», otro número basado en un compás de vals, en donde bailan solamente las muchachas, y que en la versión coreográfica de la obra debían agitar dulcemente los crótalos que llevaban en sus manos.
La 2ª suite finaliza con la «Danza de las esclavas». Es una danza de gran lucimiento para todas las jóvenes esclavas, quienes con su belleza y sus movimientos seducen a los piratas que había llevado Adriani para raptar a Namouna, la que aprovecha la confusión y arrobamiento de los filibusteros para huir con su amado Octavio.

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Proponemos para disfrutar de este ballet, la versión de David Robertson, al frente de la Orchestre Philharmonique de Monte Carlo, que editara en 1992 el sello Audivis Valois.

4 comentarios:

gpdlt2010 16 de diciembre de 2010, 0:58  

Fernando:
Mil gracias por esta versión de Namouna, algo más completa de las que grabaran Ansermet y Martinon.
Es una lástima que no exista una versión del ballet completo. Sin embargo, siempre será un placer escuchar esta excursión "wagneriana" de Lalo por el mundo de la danza.

q u i n o ƒ ƒ 16 de diciembre de 2010, 7:56  

Amigo, también agradezco el post, en parte por elegir la música de Lalo, compositor al que admiro y del cual he leído las anteriores entregas aquí aparecidas, pero también por el emotivo detalle de ser la querida pluma del maestro Ravanelli la que nos lleve nuevamente de la mano hacia la música, la gran música. Un saludo y un abrazo!

Progress Hornsby 16 de diciembre de 2010, 16:25  

Muchas gracias por hacer este disponible. Nunca he escuchado una nota de este trabajo y estoy feliz de tener la oportunidad de escuchar ahora.

Por favor, perdone mi español muy malo. Hice lo que pude.

Elgatosierra 18 de diciembre de 2010, 11:00  

En primer lugar quiero dejar aquí mi más sentido recuerdo para el Maestro Ravanelli, quien tanto nos enseñó sobre las buenas músicas, y de entre ellas él era un ferviente seguidor de la mejor francesa.
No conocía esta obra de Lalo y me ha encantado. Me uno incondicionalmente a las palabras del gran Debussy, en la contraportada del folleto del disco, donde manifiesta su sorpresa porque nadie habla de este maravilloso ballet.
Además creo que aquí está toda la música del mismo y no sólo las dos suites que posteriormente extractó el maestro.
En cualquier caso, también coincido en que es una pena que directores como Ansermet, Martinon, Paray o el gran Prêtre no hayan grabado este maravilloso ballet en su integridad. Algún ejecutivo de alguna discográfica francesa podría proponérselo por ejemplo a Prêtre, sin ir más lejos. Estoy seguro que podría ofrecernos una lectura absolutamente gozosa.
Fernando, reitero mi agradecimiento por el post y el cortes recuerdo al Maestro Ravanelli.
Salud, paz, sonrisas y cordiales saludos para todos.
Elgatosierra

Mozart: Sinfonía Nº 25 - I Mov. - Böhm

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